8 de Octubre, domingo.

 

Hoy ha sido un gran día que no me lo esperaba. Me he levantado temprano como siempre, me he dado una ducha, y me he ido a desayunar. La muela me dolía mucho menos. El cuarto del desayuno estaba lleno de chinos de China y canadienses francófonos. La verdad es que es el hotel más agradable para desayunar, y de mejor calidad, de todos los que he estado hasta ahora. Este hotel está lleno de canadienses. Ayer noche, cuando fui al supermercado a comprar cervezas, oía más hablar en francés que en inglés. Parece ser que la ciudad entera está llena de canadienses. Esta tarde han llegado al hotel, a la misma vez que yo, ocho canadienses en una furgoneta Mercedes llena hasta los topes de maletas, con matrícula de Vancouver. Desde aquí a la frontera mas cercana a la parte oeste de Canadá, donde está Vancouver, hay dos mil kilómetros.

Bueno, a lo que iba, he cogido el coche y desde el hotel he salido hacia Bryce Canyon, con la intención de andar por el Rim y acostumbrarme a la altura para mañana. He ido hasta Inspiration Point y a Bryce Point, he hecho algunas fotos, pero no me gustaba la luz, porque las fotos se quedaban como con una textura, pero sin llegar a apreciarse el volumen de los "hoodoos", que es como llaman aquí a las chimeneas de las hadas de toda la vida. Así que me he ido a ver Sunrise Point, que ayer me lo salté, porque estaba tan lleno, que era imposible acceder incluso al aparcamiento. Me he dado un paseo por el Rim y de repente he visto un cartel que anunciaba el  Tower Bridge Trail, bajando por Fairyland Loop Trail. Me he dicho que iba a bajar un poquito a pesar que en los papeles viene como duro y espectacular.

He comenzado la bajada, me he picado conmigo mismo y he decidido hacer el sendero. He pasado por unos paisajes increíbles, como los de La Guerra de las Galaxias, pero con algún árbol, mucho más bonitos que los semidecorados que hay en el desierto del Sahara en Túnez. La bajada es lisa y suave, pasando del rojo al blanco y a la vegetación del fondo del cañón. Mientras iba bajando, me encantaban las formas y la variedad de colores. De vez en cuando, había algún que otro árbol cuya sombra daba un poco de cuartelillo, ya que había momentos en que el reflejo del sol en el blanco de la linde, abrasaba un poco. Pero hay que decir, que por entretenida, la bajada se me ha hecho corta. En un punto dado, el camino sigue hacia el Fairyland Canyon, y un cartel anuncia que el Arco está a menos de cuatrocientos metros.

Durante este tramo del trayecto, por la parte baja del cañón, los árboles aumentan. Esto ayuda, por suerte, a que el frescor también sea mayor y se agradezca. Así que el senderillo se va cerrando, hasta el punto que al llegar al Arco, éste casi no se ve.

Tower Bridge es bonito, pero no se puede apreciar en su totalidad sin que te moleste algún grupo de árboles. Los mejores puntos de vista se ocultaban debido a la vegetación. Supongo que muchas de las fotos que he visto del este arco, están retocadas, y seguramente hechas con algún tipo de artefacto que elevase la cámara por encima de la vegetación. Después de tomar un poco del fresco que subía del lecho del arroyo seco, he vuelto por donde he venido. Al principio no iba bien en la subida, pero he conseguido coger un ritmo cansino que me ha permitido subir hasta arriba, entreteniéndome  haciendo alguna foto. Increíble, ya que pensaba que me iba a costar más respirar. Al llegar al aparcamiento, me he comido el bocadillo, que me ha sabido a gloria al igual que la fresca cerveza. Por suerte el coche estaba aparcado a la sombra de unos abetos, y he podido comer descansando a la vez, con las ventanillas del coche abiertas. Cuando he terminado, me he acercado al antiguo General Store, para comprar unos recuerdos para mis chicas, que se merecen todo y más. Seguro que ellas están más tranquilas sin mí ya que aquí no les doy guerra. Tras comprar unas camisetas del Parque, me he acercado al aparcamiento de Sunset Point.

He aparcado casi enseguida, ya que hoy si había sitios, a pesar de ser domingo, me he acercado a ver la señalización de los dos accesos al Navajo Loop Trail, ya que quiero bajar por la que está más al sur, y tras hacer algo más de la mitad, en el sentido contrario de las agujas del reloj, para empalmar después con el Queen’s Garden Trail, subir hasta Sunrise Point, y volver al aparcamiento caminando por el Rim. Al llegar al inicio del Navajo Trail, no me he resistido y he bajado un poco a hacer alguna foto, ya que el sendero visto desde arriba era una tentación. He estado haciendo fotos, he subido al aparcamiento y he cogido el coche, para salir de Bryce y bajar en dirección a Panguitch. Hoy era mi último día aquí, y por lo tanto mi última oportunidad para encontrar Arches Trail. He cruzado Red Canyon, y nada más salir, he cogido la pista de la derecha que lleva hasta el aparcamiento donde está la cabecera de los senderos de Lossee Canyon y Arches Trail.

He tenido suerte, mucha suerte. En el aparcamiento del inicio de los senderos, me he encontrado con una pareja de ornitólogos que vienen, dos veces al año en coche desde Seattle, que está a mil ochocientos kilómetros. El motivo de su viaje es la observación de un pajarillo azul, que he visto en Red Canyon. Por proteger a estos pájaros, han quitado la información acerca del Arches Trail, ya que parece ser que les gusta anidar por aquí. El pájaro llamado Mountain Bluebird (Sialia currucoides), es un pariente del tordo y morfologicamente parecido, que es endémico de la zona central oeste de América del Norte. Resulta además que es el pájaro símbolo del estado de Nevada y de Idaho. En los Estados Unidos cada uno de los estados miembros tiene su bandera, su árbol, su animal, su pájaro… Pues bueno, estas personas me han confirmado que Arches Trail, es un antiguo y pequeño sendero circular, que comienza y acaba en la parte trasera derecha de una gran roca, donde yo ya había pensado el otro día que podría comenzar. Lo que sucede es que como no va casi nadie, apenas se advierte el trazado del sendero. Me han aconsejado hacer el camino en el sentido contrario de las agujas del reloj. Yo me he venido arriba y para compensar su valiosa información, les he contado mi vida. Pobres.

He comenzado el sendero bordeando la roca, descubriendo unos “hoodoos” y más formaciones preciosas. En un giro a la izquierda, he mirado hacia arriba y he visto una cresta, en lo alto de una cuesta, con una muralla pequeña, pero con ventanas. A la izquierda de esta muralla hay como una torre formada por “hoodoos” de cabeza plana. Seguramente me he debido quedar con cara de tonto al ver este ejercicio arquitectónico de la Naturaleza. He seguido subiendo haciendo fotos a las caprichosas formas de piedras. Cuando he llegado a la parte alta, la muralla, era difícil hacer fotos por el rasante contraluz del atardecer. He atravesado la muralla por una puerta-ventana y detrás había una cuesta muy pronunciada. Prácticamente he reptado cuesta abajo, he seguido por el sendero y por fin he podido encontrarme de nuevo a la misma altura de la muralla. He visto la muralla completa, pero la torre se ha convertido, al verla desde este lado, en un “hoodoo” gigante. La luz no era nada buena, y también había algún pino de los retorcidos que tapaban la vista, pero creo que he hecho alguna foto curiosa. Volviendo al aparcamiento, lo he hecho contento ya que había dado un precioso paseo. Me acordaba de Johnson Canyon, dentro de Snow Canyon  y lo que sucede con el periodo de cría de los halcones, pero aquí habían tratado el problema de otra manera.

El frío bajaba y he vuelto por la pista, contento, pensando en lo que he disfrutado hoy durante todo el día. He cogido la carretera a Panguitch y he llegado a mi pequeña habitación del hotel, donde tras encender la calefacción, me he dado una ducha caliente. Cuando he terminado de ducharme, he salido con muchas ganas de redondear este bonito día con una buena cena caliente, ya que parece que la muela me ha dado un respiro con el tratamiento de antibiótico y los analgésicos. También tengo que celebrar que he tenido un pequeño percance, al dar un traspié en un terraplén de piedras, aunque me he podido estabilizar con la ayuda del bastón deslizándome cuesta abajo, y no he rodado por la empinada pendiente, llegando abajo ileso.

He llegado a la calle principal de Panguitch y resulta que estaban cerrados todos los restaurantes que conocía. Era domingo y estaba cerrado hasta el supermercado. El restaurante chino, el italiano, el café de diseño, cerrados. Las dos gasolineras grandes, que tienen algo de supermercado, estaban cerradas. Al final he encontrado una pequeña gasolinera y he podido sacar una bolsa de patatas y una chocolatina de una máquina de monedas. Menos mal que tenía, en mi nevera de corcho blanco, un poco de humus, que junto a unas rodajas de embutido y queso de los bocadillos, y pan de molde, me han servido de cena. Estoy contento, a pesar de estar encerrado en mi pequeña habitación, sentado en la cama (único sitio donde puedo hacerlo) con mi cena de emergencia. La cerveza y el café, que he tomado luego con un chupito, me han animado, a pesar del cansancio, y creo que mañana también va a ser un día largo y fatigoso, aunque espero que no aburrido. Además, mañana tengo que irme a dormir a otra ciudad, cuando acabe ve ver Bryce. Voy a mandar unas fotos por teléfono, escribo algo de este completo día y me voy a dormir.


9 de Octubre, lunes.

 

Estoy muerto.

Me he levantado con mucho ánimo tras el estupendo día de ayer y he ordenado y recogido todas mis cosas. Me he dirigido al comedor a desayunar y lo he hecho con mucho apetito, ya que la cena de ayer fue un poco escasa. No me he podido despedir de la abuelita del comedor, ya que los lunes libra. Me hubiese gustado hacerlo, pues es una señora muy educada y amable. Cuando he salido del motel, hacia Bryce, hacía dos grados bajo cero, y cuando he llegado al aparcamiento de Sunset Point, el sol  iluminaba con fuerza, pero estábamos a cuatro grados bajo cero.

Me he pertrechado convenientemente y he comenzado a bajar por uno de los senderos más populares y famosos de Bryce. He descendido por la parte derecha del Navajo Loop Trail. Maravillado. Así me he quedado al descubrir los sitios y rincones por los que transcurría el sendero. Es espectacular la empinada y zigzagueante bajada, entre inmensas masas de roca, que iban obligando, con su reflejo, a mutar de color, desde el blanco al naranja y al rojo albero, a todo lo que hubiese en el cañón. El sendero está muy acondicionado, para hacerlo accesible a un gran número de personas, hasta la mitad del recorrido. Mirando hacia arriba, hacia el final de las paredes, hacia el medio, hacia lo más recóndito, hacia abajo, se ven formas caprichosas talladas en la roca por el agua, que cuando llueve corre con gran fuerza y velocidad. Hay zonas en las que las paredes, en sus partes más altas, solamente están separadas por un metro de distancia. Sin embargo, por debajo, como el agua erosiona más, al haber más cantidad, el ancho es muy superior, y las paredes se quedan a extraplomo. Este es el concepto del cañón de ranura. Como era temprano y no había mucha gente, entre comillas, he podido hacer fotos sin que salga ninguna persona. No me gusta que salgan personas no invitadas en mis fotos, aunque a veces es inevitable.

La última parte de la bajada me ha gustado mucho, ya que han empezado a aparecer los abetos de Douglas (algunos de una altura considerable, muy rectos, casi sin ramas y con solamente un penacho verde en lo alto de la copa), creando estéticas situaciones escénicas. Sobre todo hay uno, casi en la parte de abajo del cañón, de unos veinte metros de altura, grueso y recto como un mástil de velero de tres palos, encajonado entre las rocas. Me he puesto a mirar hacia el cielo, apoyado en su tronco, y la vista era extraordinaria. El rojo de las rocas, el naranja del texturizado tronco, y el verde de la cúspide, contrastaban de manera especial con el azul del cielo. Me he quedado un rato de esta guisa, embelesado con la perspectiva, hasta el punto que cuando he bajado la cabeza me dolía el cuello. Espero que las fotos que he hecho, registren esta situación como la recuerdo en este momento.

Una vez que he llegado abajo, el sendero y el cañón se abren en una especie de valle, y el paseo es muy bonito y cómodo. Pero creo que el adjetivo que mejor define la sensación que me producía lo que veía, es el de bucólico.

Es increíble el panorama contemplado entre árboles más o menos retorcidos, que intentan escalar en muchos casos, por cualquier recoveco y fisura de las rocas, por donde discurre. Los hoodoos están presentes por todas partes, más arriba del camino, o en medio del paso. Los colores varían, según los estratos, desde el blanco al teja, pasando por los amarillos ocres y vivos rojos. El sendero termina de bajar al llegar a Queen´s Garden. Se llama así, porque en esa parte el fondo del cañón se ensancha más y hay como una alternancia de piedras y árboles. En medio de este lugar, hay un “hoodoo” más grande, y al lado, un soporte metálico con una placa, con la imagen de una estatua de la reina Victoria, con su pedestal, en una plazoleta de un parque de Inglaterra. Dicen que la roca se parece al monumento, pero a mí se conoce que se me ha acabado la imaginación en ese momento, ya que había que ponerle un vaso de ginebra a la piedra para que se pareciese. Este chiste se lo he contado a un americano y se ha reído mucho.

La longitud de la subida por Queen’s Garden Trail es más del doble de larga que la bajada. Por ello las rampas son más suaves. He ido subiendo despacito los tres kilómetros del sendero a un ritmo lento, hasta llegar al aparcamiento de Sunrise Point.

El camino tiene bonitas vistas aunque más abiertas que las de la bajada y con menos espectacularidad. Quizás es que me voy acostumbrando a este increíble paisaje y el listón lo pongo más alto cada vez. Al llegar a Sunrise Point, he seguido por el borde del cañón, Rim, hasta el aparcamiento de Sunset Point.

Al llegar al coche, me he comido el bocadillo con una cerveza de tapadillo, y tras un rato descansando y bebiendo agua, he decidido bajar otra vez por el mismo sendero y volver también por Navajo Trail, haciéndolo completo. Y he acertado, ya que por la tarde, la luz cambia y he hecho fotos en los mismos sitios, pero con distintos matices. He bajado disfrutando de nuevo, como si fuese otro sendero distinto, desconocido. Con el teléfono he hecho alguna foto pero es un sitio de contrastes complicados, y no puedo corregir ningún valor. Así que no se si tienen la calidad para mandarlas al chat RUtah 17, porque igual no quedan bien. La subida por la parte del sendero que no había hecho esta mañana ha sido también muy bonita, con más árboles que en la bajada. He visto un par de arcos-puentes muy curiosos, en un profundo cañón secundario. Tengo ganas de ver las fotos en el ordenador cuando las procese, a ver cómo quedan tras el revelado. La última subida hasta el aparcamiento sido lenta por lo empinada y por el cansancio, pero me ha gustado mucho y la he disfrutado en su lentitud.Tras coger el coche me he dirigido hacia la entrada del Parque, y al cruzar la puerta de acceso, me he acercado al último mirador, que se accede desde fuera del parque, para despedirme de esta maravilla que es Bryce Canyon. Allí empieza el Fairyland Trail, que es el mismo que yo cogí por el otro lado para llegar a Tower Bridge. Este mirador es el que se encuentra más al norte del Parque, y es más de lo mismo, pero con menos altura de los relieves y de los hoodoos.

Mientras iba conduciendo pensaba en todo lo visto durante mi corta estancia en Bryce. Las fotos vistas en la red y las opiniones leídas no tienen casi nada que ver con la realidad. Es un conjunto de una espectacularidad impresionante, con una mezcla de potencia y sutileza perfectamente conjugada. Me habría gustado poder disfrutar de ello más tiempo, pero no lo tengo.

De camino hacia Tropic, donde voy a dormir dos noches, me he detenido, al pasar por el aparcamiento cercano a Mossy Cave Trail. He cogido las cosas necesarias y me puesto a dar un paseo. Por allí pasa un río de neo formación que fue trazado y excavado por los pioneros mormones entre 1890 y 1892, en el antiguo Water Canyon, recogiendo y dirigiendo pequeñas surgencias, agua del deshielo y del río Servier  hasta poder conseguir un caudal de cierta importancia Que abastece de agua a Tropic y Cannonville. Incluso hasta tiene una caida de agua llamada pomposamente The Mossy Cave Waterfall. Normalmente el cauce lleva agua desde el mes de mayo hasta el de noviembre, cuando se empiezan a congelar los acuíferos someros, y se queda latente. Mossey Cave es un arco gruta por la que rezuma agua de un acuífero que discurre a una altura superior. El agua se agrupa corriendo ladera abajo, como en Kolob, al final del Taylor's Creek Trail. Según parece, aquí vivieron algunos trabajadores de ranchos vecinos. Mossy, en inglés significa "musgoso" y es el término que ha dado el nombre a todo estos lugares.

Cuando el sol caía tanto como la temperatura, he llegado a Tropic. La “ciudad” es una calle con varios hoteles, cuatro restaurantes, un supermercado, y cuatro casas más. El hotel American Best Value Inn & Suites es de gama media, muy caro y muy grande, con una habitación enorme y cómoda, también es rara en su distribución, y con una buena cama. Tras darme una ducha caliente, en el versallesco baño, lleno de espejos que ocultan pequeños armarios, he tomado una cerveza y he ido paseando a buscar un restaurante que había visto en Internet, que por cierto debe de ser de la misma propiedad que el hotel, ya que me han dado un vale de descuento cuando me he registrado en la recepción.

He llegado a Clarke’s Restaurant, he entrado y el restaurante es típico americano para turistas. Como no me dolía casi la muela, me he podido comer un pan de ajo recién hecho, untándolo con queso fresco de perejil muy rico, como aperitivo. Luego me he tomado un trozo de carnaza a la barbacoa, de corte desconocido para mí. Era tan blando que se deshacía en la boca, y con un sabor a campo y a hierba impresionante. La carne traía como guarnición, un plato de judías verdes, amarillas, zanahorias babi y patatas fritas. Y por fin, he podido cenar con vino, que a pesar de ser de California, no era malo ni tampoco demasiado caro. Hoy me lo he merecido.

Me siento reconfortado. Ha sido un día al que no le puedo poner adjetivos porque se me han acabado. Muy pocos días de mi vida me he sentido tan vivo. Va a ser muy difícil superarlo. Pero también pensaba lo mismo el día que estuve haciendo el Taylor's Creek Trail, en Kolob. El listón está cada vez mas alto. Tras darme un homenaje como el de hoy, en todos los sentidos, con chupito final y todo, me voy a dormir en cuanto termine de escribir, que estoy muerto.


10 de Octubre, martes.

 

Me he levantado y cuando he terminado de ducharme y demás, he ido a desayunar. La temperatura era de cinco grados bajo cero, y la humedad hacía que todo estuviese cubierto con una capa de hielo, no de escarcha. No se por qué a esta ciudad le llaman Tropic (Trópico).

La recepción del hotel se había convertido en sala de desayuno. El desayuno y el refectorio montado, no está a la altura del hotel. Repartidos por todas las mesas y estanterías de la recepción hay termos de café, unos platos con madalenas, dos tostadores de pan con rebanadas de pan de molde y mufins, zumo de polvos de naranja, mantequilla y mermeladas y siropes huérfanos próximos a una máquina de gofres rota. La mayoría de los comensales a la espera eran chinos de China que aguardaban tu turno. Cuando  llegaban a coger algo de lo que querían, lo ponían en sus platitos y vasos de plástico, y se dirigían en busca de un hueco en los silloncitos, y si tenían suerte, y lo encontraban, podían dejar algo en una de las mesitas bajas dispersas por la sala. Entonces, estos singulares huéspedes, se convertían en los más envidiados por los demás, que mirándoles desayunaban de pie como simples mortales.

He cogido unas magdalenitas, dos rebanadas de pan tostado, unos envases de mermelada y me he ido a la habitación, a hacerme un café, y desayunar sentado en mi mesa camilla. Cuando he terminado, he cogido los avíos que necesitaba para pasar el día, y he salido hacia Kodachrome Basin State Park.

Al dejar atrás los edificios de Tropic, he visto lo que nunca había pensado ver. En las fincas entre las que pasa la carretera, estaban regando con aspersores gigantes, y al caer el agua, se congelaba sobre el heno del suelo. En otro campo, he visto un aparato metálico de riego de prados, con los tubos, las ruedas y sus radios llenos de chupones de hielo verticales que apuntaban hacia abajo. He parado en un entrante de la carretera, y he bajado a hacer unas fotos de tan singular escena. En cuanto he pisado el espacio lleno de vegetación, que había entre la calzada y la valla del prado, me he hundido en el suelo, mientras el hielo se rompía, bajo mi pesado cuerpo. Menos mal que cuando he terminado de hacer las gélidas fotos, he podido andar marcha atrás, y no he perdido ninguno de los zapatos. Al llegar al coche, me he tenido que cambiar el calzado y los calcetines que estaban llenos de agua y barro. He puesto la calefacción dirigiendo el calor hacia los pies, que los tenía helados, y he arrancado hacia el Parque, cruzando Cannonville, entre bonitos paisajes rurales helados.

Al llegar al control del Parque, he pagado las tasas correspondientes, y he recorrido la carretera escénica hasta el aparcamiento de Angel’s Palace Trail y me he puesto a recorrer el sendero. Durante la hora y pico que ha durado el recorrido, he pasado por agrupaciones de rocas de no mucho tamaño, y color muy apagado. No me ha gustado demasiado. He vuelto al coche y he regresado por la carretera escénica hasta el Grand Parade Trail. La pena es que los  pequeños senderos son muy enrevesados, con lo que de tanto ir y volver erráticamente, me he aburrido un poco. Lo que más me ha gustado son las rocas, más o menos cilíndricas y verticales, diseminadas por algunas partes del recorrido. Estas 67 rocas de arenisca dispersas por el Parque son de distintos tonos y colores, y he leído que por eso el Parque se llama así. También he leído que el tono de estas rocas cambiaba a lo largo del día por el cambio de la temperatura de color de la luz, y de ahí el nombre. Distintas versiones de lo que es casi lo mismo. Luego he ido por Panorama Trail, y el largo paseo ha sido un poco monótono, como más de lo mismo.

El día ha sido muy caluroso y mas en el Parque, ya que como su nombre indica, es una depresión o estanque, donde el calor se acusa mas por la falta de brisa que suavice la sensación térmica. Estaba cansado y he decidido parar un rato. Me he comido el bocadillo con una cervecita fresca y bastante agua y luego he descansado un poco.

A continuación he seguido por la carretera y luego por la pista que lleva hacia Rock Chimney.

Según me iba acercando, iba apareciendo delante de mí una enorme roca monolítica, como un menhir de medidas extraordinarias abandonado por Obelix en medio de una llanura, con una formación rocosa al fondo, cuya parte derecha eran como agudas pirámides. Impresionante.

Hasta aquí llegaron la expedición del National Geographic Society en el año 1948, donde hicieron un gran reportaje fotográfico. las fotografías fueron hechas con cámaras de placas, usando por primera vez la mítica película Kodachrome, en formato de 8x10 pulgadas (20x25 cm.) de la ya desaparecida Eastman Kodak Co., Rochester, New York, U.S.A., utilizada hasta tiempo después de la aparición de la fotografía digital (de aquí otra teoría del origen del nombre). Al lado de la gran roca, hay una especie de atril con una de aquellas fotos en la que se ve el paisaje como era por aquel entonces (prácticamente igual que ahora, pero con algo mas de vegetación). Esa foto fue la que encabezaba el artículo de Septiembre de 1949, del National Geographic, acerca de toda esta zona (todavía la revista de la National Geographic no tenía foto en color en la portada, si no un índice). He intentado repetir la foto, y con la distancia pertinente, creo que la he sacado bien parecida. La historia es que en 1962, se fundó el Rock Chimney State Park por parte del estado de Utah, pero en los años setenta, se le cambió el nombre a petición de una encuesta hecha por la revista de la National Geographic Society, entre sus lectores, y se rebautizó como Kodachrome Basin State Park.

He vuelto por la pista otra vez y antes de llegar a la carretera asfaltada, en vez de seguir por ella, he girado a la izquierda hacia Shakespeare Arch-Sentinel Trail. He continuado por la pista poco rato, ya que enseguida he llegado hasta el aparcamiento. He comenzado a caminar lentamente por el sendero con un fuerte calor seco. Al rato, me he encontrado, a mi izquierda, en una especie de barranco, con que había aparecido Shakespeare Arch. Es un arco apoyado sobre otro arco ciego, de bonito color y muy estético. Ha sido muy difícil de fotografiar por lo escarpado de la zona, y la abundante vegetación. Me ha parecido un paisaje muy salvajemente bonito. He seguido caminando por un senderito y bordeando las rocas de mi izquierda.

Súbitamente, de improviso, en un giro, me he encontrado con una visión que me ha impresionado por su sequedad y dureza. Solo se veía una inconmensurable llanura negruzca por la calima, hasta la línea del horizonte. Y allí estaba yo absorto, hipnotizado, o quizás idiotizado, como asomado en lo alto de un acantilado mirando hacia el océano seco de la nada. Las sensaciones de desolación y de soledad me han dejado parado durante un rato. Solamente se podía escuchar el silencio. Cuando por fin he salido de mi estado catatónico, me he dado cuenta que allí se acababa el paseo, y he vuelto por mis pasos hasta el aparcamiento.

He regresado a coger el coche, y he seguido de nuevo por la misma pista, hasta la carretera escénica que me ha llevado a la puerta de salida del Parque. Nada más atravesar el control y la valla, he girado por una pista que aparece a la izquierda. Ha sido necesario recorrer diecisiete kilómetros, y cruzar dos arroyos para llegar a las inmediaciones de Grosvenor Arch.

La zona donde he aparcado se encuentra a unos trescientos metros del monumento natural. Desde allí se accede por un caminito entre matojos de color pardo, que permite acercarte y recorrer las inmediaciones circunvalándolo. Pero no hacía falta acercarse tanto, ya que se aprecia la majestuosidad desde lejos. Es una gran mole rocosa horizontal, que tiene una elegancia (si es que las piedras tienen elegancia), un aplomo y una serenidad que impone. En la parte más alta, a la izquierda según se mira, como en una especie de torreta, hay un doble arco en paralelo. Uno es más grande que el otro, pero lo que me parece exquisito, es que tienen compartido un pilar. Lo que no había leído es que rodeando el monumento por la izquierda, se ve otro arco más pequeño. En esa llanura, con el silencio, el aire, la luz y la soledad, me he sentido transportado a otro sitio, a otra galaxia, a otra dimensión.

Los primeros habitantes de la zona bautizaron la formación como Butler Arch, pero a raíz de la primera expedición de la National Geographic Society, se le cambió el nombre por el de su presidente, Gilbert H. Grosvenor. Con la cabeza y el corazón llenos de ideas y sensaciones por este magnífico, e incluso creo que místico escenario, he montado en el coche y he deshecho lentamente el camino hasta Tropic.

Tras los kilómetros de pista, los de carretera y los andados por los senderos, he llegado agotado al hotel. Ha sido un día agridulce, pero el final ha sido un subidón. Ha merecido la pena el esfuerzo y el cansancio. En la habitación me he bebido una cerveza y me he dado una reconfortante ducha caliente. Luego he dado una vuelta y me he metido en un restaurante normalito, donde he tomado una hamburguesa con ensalada de col, patatas fritas y  pasta con tomate. Todo acompañado con un vaso de vino. A continuación me he vuelto al hotel a escribir tomándome una copita, pero no puedo más. En cuanto acabe, no veo ni la tele. Mañana será otro día.


11 de Octubre, miércoles.

 

Hoy me he levantado a las seis y media, ya que estoy muy cansado de tanto ir de aquí para allá. Tras ducharme, me he acercado a la recepción a coger unas magdalenas, algo de pan tostado, mantequilla y mermelada para desayunar en la habitación con un café de la Melita. Tras acabar de desayunar, de recoger todas mis cosas de la habitación, y de cargarlas en el coche, he salido en dirección a Escalante. El trayecto se me ha hecho largo, y no porque lo fuese, sino porque ha habido un momento en el que el paisaje era muy repetitivo y me entraban pájaras. Así que buscaba sitios para detenerme y hacer alguna foto.

Silvestre Pérez de Escalante fue un franciscano nacido en Treceño, Cantabria, que intentó llegar, con diez españoles más, entre ellos otro misionero llamado Francisco Atanasio Domínguez y el cartógrafo Bernardo Miera y Pacheco (guiados por tres indios de la tribu timpanog ute), desde las misiones de Santa Fe hasta las de California, en el año de 1776. No lo consiguieron y tras recorrer parte de Nuevo México, Colorado y Utah, volvieron a su lugar de salida a través de parte de Arizona. Pero el legado de los mapas trazados se convirtió en el legendario Old Spanish Trail (Viejo Sendero Español).

Al llegar a Escalante, lo primero que he hecho, ha sido acercarme a la oficina de los Rangers, que también hace de Oficina de Turismo del Grand Staircase Escalante. No me imagino a los Guardias Civiles del Seprona, informando en una oficina de la Red de Parques Nacionales de España. O sí. Una vez resueltas mis dudas, que eran muchas, he bajado hacia la llanura y me he dirigido hacia el Calf Creek.

He llegado a un camping, donde está el aparcamiento desde el que se accede al comienzo del sendero, de doce kilómetros de ida y vuelta, para llegar a una catarata. En el aparcamiento, tienes que coger un sobre con una gran solapa del tamaño de un billete. Introducir 5$, y tras rellenar los datos del vehículo, cortar una parte de la solapa que tiene un número, que coincide con el número del sobre. Este resguardo se deja en el vehículo, en un sitio visible, como los de los aparcamientos de los ayuntamientos españoles, y el sobre se introduce por la ranura de una micro urna de hierro.

El camino es cansado, pero no por ser excesivamente duro, sino por lo largo. Lo peor, han sido los tramos de arena por los márgenes del arroyo, ya que es como andar por las dunas de una playa, y es más agotador. El paisaje va cambiando de ribera de río a zonas de roca, por las que hay que ascender un poco y separarse del cauce. Al cabo del rato, he vuelto a bajar hacia el borde del arroyo. He tenido la suerte de que hubiese unas pocas pero preciosa nubes aborregadas, que aparte de quitarme el sol, y el calor, un poco, hacen que los cielos queden preciosos en las fotos, con esos fondos azules salpicados de algodones. Me ha gustado pasear cerca del cauce del arroyo, escuchando su cantarina melodía y caminando a tramos por un túnel de altas plantas herbáceas, entre los preciosos colores de la vegetación otoñal.

Cuando parece que el variopinto camino no se va a acabar nunca, aunque las paredes del cañón se vayan aproximando mas entre ellas, se empieza a escuchar el murmullo de la cascada, que se convierte en cadencia constante cuando aparece, casi de repente, entre los árboles. La cascada surge desde una especie de "uve" muy abierta, en la pared del fondo del cañón. Es un chorro no muy grande, en esta época del año, tras el verano, que cae desde cuarenta y tres metros de altura, formando un pequeño estanque en la base del cañón.  El salto de agua es casi impecable, solamente desviado de la pared, y con gracia, en una zona a media altura, a la izquierda según se mira, y un poco más abajo, a la derecha por una roca, que al ser golpeada suena con cierto ritmo. Esta catarata se denomina Lower Calf Creek Fall. Existe otra catarata a unos cinco kilómetros río arriba, a la que es muy complicado acceder, que se llama Upper Calf Creek Fall. Antiguamente, a finales del siglo diecinueve y hasta mediados del veinte, este cañón fue utilizado como cercado natural para el engorde de  terneros, por su agua y su pasto natural. De ahí viene su nombre, "calf" en inglés significa becerro.

El paisaje es increíble, bucólico, como salido de un cuadro de Édouard Manet. La sensación de tranquilidad y felicidad, inexplicable. Tan inexplicable como que el cansancio y el calor del camino se me han pasado de golpe por el subidón y el frescor del emplazamiento. Como si estuviese en una gimkana o poseído por el diablo, me he puesto a hacer fotos desde el borde del lago que forma la cascada, antes de convertirse en arroyo otra vez. 

Creo que es un lugar mágico, como los que en la antigua Europa eran utilizados por los místicos y anacoretas para meditar o para construir altares a la madre tierra o ermitas cristianas. Tras sosegarme un poco, me he sentado en una piedra entre los arboles del bosquecillo y me he comido el bocadillo con gran deleite, contemplando absorto esta maravilla. Pero como no me podía quedar mucho más rato, después del pequeño y extasiado descanso, he desandado mis pasos hacia el aparcamiento, llegando al coche con gran cansancio otra vez, y he vuelto hacia Escalante subiendo por la bonita y extraña carretera. He llegado a Escalante y no he ido al hotel, sino que lo he atravesado y me he acercado hasta el Escalante Petrified Forest State Park. Este parque y campamento de verano se encuentra al lado del Wide Hollow, que es un gran lago artificial en el que se realizan deportes acuáticos. He pagado 8$ por acceder al aparcamiento de visitantes, y he hecho el recorrido de los arboles fosilizados durante una hora y pico. Menudo timo de Parque y de fósiles. En cualquiera de las ferias y mercadillos de minerales que tan bien conozco por mi trayectoria profesional, se ven más y mejores fósiles de madera fósil. Igualmente, aquí en España, concretamente en Burgos, hay un pueblo llamado Hacinas, que está decorado con troncos fósiles, de varios metros de longitud, y no cobran por entrar al pueblo a verlos. En Arizona, también vi hace años, el maravilloso Petrified Forest National Park en el que vas por una carretera viendo cientos de ejemplares de sequoias fosilizadas, vestigio de un antiguo bosque. Así que timado, cabreado y cansado, he vuelto a la ciudad para registrarme en el sitio donde voy a dormir.

El alojamiento para las próximas dos noches va a ser en Escalante Outfitters, Unas cabinas de madera muy limpias, tipo La Casa de la Pradera, con camas muy cómodas, y sin baño. Lo único que les falta, para mi gusto, es una mesa, aunque fuese pequeña. Disponen de una ventana en la parte de la cabecera de la cama y de un ventanuco en la puerta. Tanto los baños como las duchas comunes están muy limpios, se encuentran situados en el centro del patio que forman las cabinas y un comedor al aire libre. Todo esto está anexo a un almacén con mucho y buen material técnico de montaña, con restaurante y bar. También es depósito de alcohol del Estado, y me he podido comprar una petaca de brandy de Kentucky, de muy buen precio. A ver qué tal se me da eso de los baños y duchas comunes, ya que yo no estoy habituado, ni al camping, ni a los albergues.

Tras instalarme, he decidido tomarme una cerveza sentado en el pequeño porche de la cabaña, disfrutando del lugar. Llegaban más ocupantes de las cabañas, y otros viajeros se instalaban en alguna tienda de campaña o se preparaban los sitios para hacer vivac, previo pago de un alquiler. No he tardado mucho en terminarme la cerveza, ya que estaba cansado y reseco, y además la temperatura bajaba muy rápidamente. Cuando he terminado me he dirigido al restaurante y he estudiado la carta. En realidad no es propiamente un restaurante, ya que solo tienen bocadillos de nombres altisonantes, y pizzas muy normales. Al final me he pedido una pizza de jamón, queso y champiñones. La he comido muy lentamente, ya que la muela me duele bastante otra vez, y he de decir que a pesar de su grosor no estaba mala, aunque tenía el típico regusto de la salsa barbacoa que siempre me sobra. He acompañado la pizza con una cerveza de presión, de una marca que desconocía y también me ha gustado mucho.

Estaba sentado en una mesa en el porche cubierto del restaurante mirando la oscuridad. A pesar de la muela estaba a gusto, así que me he pedido otra cerveza, a la que me ha invitado la camarera, y me la he tomado lentamente, disfrutando del color de la noche, de la sensación del momento y recordando lo acontecido hoy. Cuando el frío y el silencio se apoderaban del lugar era ya bastante tarde y me he ido a la cabaña, he encendido el pequeño calefactor, y me he puesto a escribir, tomando unos chupitos del brandy de Kentucky, que me está gustando bastante. Mientras escribo se me cierran los ojos así que me voy a dormir en mi grande y cómoda cama. Hasta mañana.


12 de octubre, jueves.

 

Hoy me he levantado más tarde que de costumbre porque estaba muerto. Además, la expedición a la ducha me ha hecho perder más tiempo de lo habitual. Me he acercado hasta el bar del almacén, donde he tomado un volován gigante relleno de bacón, queso y huevo frito. Lo he acompañado de un increíble zumo natural de naranja, y un café expreso doble que me he tomado en la cabaña con un buen chorro de brandy. Cuando he acabado, me he puesto en marcha.

Antes de salir de la ciudad, he pasado por el taller mecánico de una gasolinera, donde tras llenar el depósito, me han inflado la rueda trasera derecha que me había perdido un poco de presión.

He tomado, a las afueras de Escalante, la Hole in the Rock Road, que es una carretera sin asfaltar que une la Monumental 12 UT con el Powell Lake. Esta zona pertenece a Grand Staircase Escalante National Monument. La carretera tiene unos cien kilómetros, que pasa por Hole in the Rock. En 1880 sucedió un hecho para los pioneros de la Iglesia Mormona que fue la construcción de un paso entre las gigantescas  rocas, al final de esta carretera, y se ha convertido, para los habitantes de la zona, en un centro histórico de peregrinaje.

He tenido que conducir una hora y media, para hacer los sesenta y cinco kilómetros de pista que hay hasta llegar a un desvió infernal que te acerca unos quinientos metros  más. Luego he bajado andando otros tres kilómetros y medio por un recorrido por las rocas que es peor que una senda de cabras, hacia la parte arenosa de abajo del desierto de piedra. Mi intención era ir a ver Peek-a-boo CanyonDry Fork Canyon y Spooky Canyon. He llegado a el inicio de Dry Fork Canyon, y he empezado a recorrerlo. Es muy largo y monótono, de un color rojo parduzco, con poca altura. Menos mal que se estaba fresquito, ya que el sol estaba apretando afuera. Cuando llevaba como veinte minutos de recorrido, me he aburrido y me he dado la vuelta. Cuando he salido, no he localizado el acceso a Spooky Canyon y me he dirigido hacia el Peek-a-boo Canyon andando, con gran esfuerzo, por el fondo arenoso de la planicie que forman las bases de los cañones. Al llegar al cañón me he encontrado con algo que no me esperaba, porque no lo había leído en la documentación consultada. Había leído que es muy bonito, había visto fotos que lo corroboraban, pero no sabía que para acceder al cañón era necesario salvar una pared vertical de unos tres metros de altura. O sea, que ese cañón es más moderno que otros por eso está menos excavado. He estudiado la forma de subir por ella, ya que hay unos pequeños entrantes tallados en la roca a modo de escalones. Estaba solo y no me he querido arriesgar a caerme, ya que si me caía lo haría sobre roca y no sobre la arena. Además no había nadie por allí, y menudo fin de viaje sería. Así que frustrado, aunque pensando que la decisión era la correcta, he vuelto hacia donde estaba el vehículo. La subida ha sido penosa ya que iba casi reptando por la roca, o andando por bancos de arena, con un fuerte calor que reflejaban las paredes.

Una vez en el coche, he vuelto hacia la pista principal, y la he recorrido en sentido inverso unos cincuenta kilómetros hasta llegar al lugar donde podía dejar el vehículo antes de dirigirme al Zebra Slot Canyon. Éste es un cañón muy cerrado, no muy alto y con las paredes de arenisca listadas en tonos marrones claros y oscuros que le dan el nombre.

He tomado fuerzas, tomándome el bocadillo con una cerveza, y tras coger más agua y el resto de las cosas, he empezado a bajar por el sendero de cinco kilómetros de longitud. El camino no es muy bonito y si variado, pero sobre todo muy impresionante por la soledad, el silencio y la desolación. Al llegar a la superficie arenosa, el camino discurre entre hierbas de medio metro de altura, ya que hay algo de humedad, al ser un lecho fluvial en temporada de lluvias. Yo iba con el bastón por delante vareando y de repente, súbitamente me ha salido una serpiente de color verde rayada, y como de un metro y medio de largo. Me supongo que los dos no hemos llevado un susto de muerte. Por lo menos yo. Luego me he enterado, que era una Striped Whipsnake (serpiente látigo rayada, o Masticophis taeniatus), que no es venenosa, y se alimenta de insectos, roedores, anfibios y otros reptiles.

Durante el trayecto, he hecho alguna foto, pero la luz, que caía a plomo, era tan matadora como el calor. Cuando me quedaban como quinientos metros para llegar al cañón, me he encontrado con una señora, que también iba sola, y estaba un poco despistada. Yo la venía observando a distancia hacía algún tiempo y como andaba más deprisa que ella, la he podido alcanzar. Esta mujer iba siguiendo los hitos colocados en el suelo y se había despistado un poco antes de que yo llegase a su altura.

La he llamado, y la he explicado que si iba al Zebra Canyon, se había equivocado. Se lo he demostrado con el GPS del móvil, y me ha dado las gracias. Hemos hecho  juntos el poco camino que nos quedaba. Hablaba español medianamente y me ha contado que durante el verano había estado viajando por España, viendo arquitectura sagrada gótica, en compañía de amigas de su iglesia. Estaba soltera y era ingeniero de obras. Me ha sorprendido que una americana hablase tanto de su vida privada. Está claro que las personas se abren y te cuentan su vida cuando se sienten protegidas tras un susto. Cuando hemos llegado a la entrada del cañón no hemos podido entrar, ya que por las lluvias del mes anterior, se había llenado de agua parcialmente. Este hecho me lo habían comunicado en la oficina de los Rangers ayer, pero pensaba que la altura del agua sería menor. Y lo peor que en la entrada había como un metro de agua. Lo sé con seguridad, porque mientras descansábamos al en el frescor de la sombra de la roca, ha llegado un hombre joven, que quedándose en traje de baño, ha metido toda la ropa en la mochila y poniéndosela sobre la cabeza, ha entrado al cañón. Ha sido el segundo fracaso del día y la decepción también ha sido fuerte.

Yo sabía que cerca de allí se encontraba un lecho fluvial estacional, en el que se encontraban las famosas Moki marbres, que son unas piedras en forma de esfera. Estas formaciones naturales son como una pelota con una protuberancia a lo largo su ecuador, y rellenas de otro mineral distinto. Se suelen encontrar las dos mitades huecas, y a veces completas. Desde hace tiempo son muy apreciadas por los esotéricos y les llaman Piedras de Chamán, aunque no me consta que fuesen utilizadas por los antiguos indígenas de la zona. Estaba pensando en acercarme hacia el yacimiento, a ver si lo encontraba y de repente veo en el lecho por el que iba, una gran cantidad de estas piedras. Me ha dado un subidón y he cogido alguna, ya que esta zona no está protegida. No he cogido muchas, porque luego tenía que cargarlas hasta el coche. Lo que no me esperaba es que en medio del senderillo, unos cientos de metros más adelante, encontrarme un precioso aglomerado con varias de estas piedras. La he cogido y si todo sale bien, irá a mi colección de minerales, a la parte donde están los rodados y pulidos. Yo creo que ha sido lo más bonito que me ha pasado en el día. Así que he recorrido los casi cinco kilómetros de vuelta que me quedaban hasta el lugar donde he dejado el coche, a buen ritmo, dejando atrás, tras despedirme a la señora que había encontrado.

Al llegar al coche me he tomado una cerveza fresquita que me ha revivido. He vuelto por la pista hasta la carretera y luego a la cabaña de Escalante. Me he duchado ya que venía agotado. Como la cena de ayer no fue gran cosa, y tenía mucha hambre, he decidido ir al restaurante anexo a otro hotel, que había visto en la red. Pero antes me he querido tomar una cerveza en el bar del almacén. Mi sorpresa ha sido que no podía beber una cerveza sin comer un plato. Así que he comprado un paquete de seis, en el mismo bar y me he ido a la cabaña a tomármela. No entiendo a los mormones.

 

Al terminar la cerveza, me he dirigido hacia el restaurante Double D, donde me he pedido una hamburguesa de carne de vaca criada en libertad en un rancho de la zona llamado Flying V Ranch. La hamburguesa estaba en su punto, jugosa, exquisita, y la he comido con deleite. La he pedido con ensalada verde y de pasta y una ración de patatas fritas, todo acompañado con una cerveza gigante que tiene ocho grados y medio de alcohol. Sin palabras. A pesar del cansancio, de los ciento cincuenta kilómetros de pista, de los veintitrés kilómetros andados y de las frustraciones, me he sentido bien. He vuelto a la cabaña, y me he puesto a escribir tomándome un chupito de brandy.  


13 de Octubre, viernes.

 

Hoy me he levantado muy cansado. He recogido mis cosas, y después de cargarlas en el coche he ido al bar a desayunar. Me he tomado una porción de pastel de manzana, que estaba muy bueno, con un café capuchino. Como sentía que tenía sueño me he tomado un expreso doble con un chorrito de brandy, antes de tomar la carretera en dirección este hacia Boulder. Se me ha hecho muy monótona y pesada, con la luz rasa dándome en los ojos, lo que me obligaba a achinarlos un poco. Por fin, un poco antes de llegar a Boulder, he encontrado el cruce de Burr Trail Grill que es donde comienza la Burr Trail RoadEl primer tramo de unos cincuenta kilómetros, está asfaltado, y transcurre por unos pasajes muy coloridos y bonitos, hasta que el paisaje cambia y se entra en una especie de cañón con un farallón muy alto a la izquierda. Luego el paisaje pierde altura y llegamos a la pista de tierra.

Antes de llegar a la zigzagueante bajada de Burr Trail Switchbaks, he cogido el camino que sale a la izquierda, hacia Strike Valley Overlook. Cuando llevaba como quinientos metros, se ha convertido en una sucesión imposible de agujeros de arena entre rocas, por lo que he desistido, y he dado media vuelta como he podido. En quince minutos por la pista, he llegado al borde del cañón y me he asomado a la bajada de Burr Trail Switchbaks. La verdad que vista desde arriba es impresionante. Pero más impresionante es pensar que por aquí subían, en los años cincuenta, sesenta y setenta del pasado siglo, durante la guerra fría, camiones y camiones cargados con mineral de uranio de las minas diseminadas por toda la zona del Capitol Reef, con dirección a las plantas procesadoras de Moab. Aunque el origen de este paso se remonta hacia la década de los ochenta del siglo XIX, como paso de ganado en los cambios de pastos verano-invierno. Como hacían en España los trashumantes de La Mesta. El paisaje me ha parecido muy distinto de lo visto hasta ahora. Había una neblina estremecedora abajo, en la distancia, que junto a los perfiles de los cañones y de las oscuras rocas daban la impresión de estar observando la bajada al Infierno de Dante. Solamente me faltaba encontrar a Virgilio, y que abajo me esperase Caronte.

El descenso de Burr Trail Switchbaks con un vehículo todo terreno es moderadamente fácil, y solamente es algo complicada al cruzarte con otro vehículo, ya que el firme del borde del precipicio sí que da un poco de miedo en algún tramo. Me ha parecido increíble ver a unos ciclistas subiendo por la cuesta, con el desnivel que tiene y el mal estado del suelo. Lo que es espectacular, al llegar abajo, a Notom-Bullfrog Road, es ver esa cornisa inclinada que es un pliegue geológico de ciento setenta kilómetros de largo, y que es el ánima del Capitol Reef National Park. He seguido la pista en dirección norte, hacia Caineville, para luego girar a la izquierda, hacia la zona más civilizada, Fruita. El paisaje es imponente y desolador. Si no fuese porque hay algo de vegetación en los lugares más bajos de la depresión, parecería la Luna o Marte (por lo menos yo me los imagino así). La pista está flanqueada a mi izquierda, el oeste, desde donde vengo, por el sinclinal del pliegue y a mi derecha por unos farallones a extra plomo, de roca de colores variables entres los ocres claros hasta los marrones oscuros.

Cuando por fin he llegado a la carretera 24, he girado a la izquierda y antes de llegar al Centro de Visitantes de Fruita, he parado en el aparcamiento próximo a donde comienza el Hickman Bridge Trail.

El sendero está muy retocado, con escalones gigantes hechos con piedras negras redondeadas, me parece que son de origen volcánico, en gran parte del recorrido. Al hacer un giro a la izquierda, mientras bordeaba una pequeña depresión, ha aparecido el Hickman Bridge. El sendero pasa por debajo del arco, y luego sigue haciendo un bucle. El arco es muy espectacular, lo único que sucede, es que por la cara bonita, se ve de medio lado, y las fotos, por la perspectiva, no expresan su magnitud. Sería necesario salirse del sendero y caminar unos cien metros por la planicie, para poder hacerlo, pero es un Parque Nacional y se supone que no se debe hacer eso. El sol estaba muy alto y el contraste era elevado. Espero que alguna foto esté lo suficientemente decente. He vuelto hasta el aparcamiento por el incómodo sendero cuando el sol estaba apretando con más fuerza, me he montado en el coche, y me he dirigido hacia el Centro de Visitantes.

Me he comido el bocadillo con una cervecita fresca de incógnito, en un banco del picnic próximo al aparcamiento. Estaba cansado por el trayecto, el calor y el paseo. Entrar al Centro de Visitantes ha sido como entrar a una residencia geriátrica. Estaba lleno de jubilados americanos de todas las etnias, llevaban todos, colgando del cuello, las identificaciones de las empresas de turismo con sus nombres impresos. La gran mayoría de ellos salían de la tienda de recuerdos cargados de bolsas. Cuando he llegado al mostrador de información y me han dado el mapa, y la información que necesitaba, me he subido al coche y he conducido por la carretera escénica hacia la pista que lleva a Grand Wash Road. He dejado el coche en la explanada que hay al final de la pista y he empezado a caminar creyendo que iba a ser un paseo fácil y bonito. Lo peor es que el cañón es largo, pero monótono. Capitol Gorge es muy ancho y muy alto pero no tiene nada más que esto, a lo mejor es que cada vez tengo el listón del asombro mas alto. Cuando he llegado al final, que comunica con la carretera 24 por la que he venido desde Escalante, al darme la vuelta he tenido la sensación de pérdida de tiempo. Según venía por el cañón, he visto el comienzo del sendero que sube hacia Cassidy Arch, pero a la vuelta ya no me daba tiempo para hacerlo, así que lo he dejado para otro día. Lo mejor, sin duda, ha sido encontrarme con una ardilla que me ha posado en varias posturitas. Debe ser que tiene ganas de ser famosa, ya que no se ha asustado ni por la proximidad mía, ni por el ruido del espejo de la cámara de fotos, al disparar. Me hubiese gustado hacer más cosas, pero debía ir al hotel a registrarme, y poner una lavadora, ya que se me acababan algunas prendas. Durante el trayecto he parado de vez en cuando para hacer algunas fotos de la zona de Fruita.

El hotel se llama The Noor Hotel y está en medio del campo, antes de llegar a Torrey, al fondo de la explanada de una gasolinera. La recepcionista ha sido muy agradable. Me he instalado en una buena, grande y cómoda habitación, nueva pero clásica en su diseño de mobiliario. En el fondo es una suite con dos espacios, salón con mesa baja, dos sillones, tresillo y escritorio, y el dormitorio, pero sin tabiques. Además tiene un vestidor entre el dormitorio y el baño. He bajado a la lavandería, siguiendo el plano que me han dado en recepción y he puesto la lavadora y luego la secadora. Mientras tanto, me he tomado una cerveza en el jardincillo anexo a la dependencia. Cuando ha terminado, eran más de las nueve, así que me he ido al pequeño supermercado que hay en la gasolinera, y me he comprado unos tallarines de microondas, una ensalada y un queso cremoso de la zona que estaba muy rico. También he visto que junto a la gasolinera y el supermercado, hay un restaurante mexicano con buena pinta. A ver si mañana llego un poco antes y lo pruebo, que me apetece mucho una buena cena mexicana, como en mis viejos tiempos por Arizona.

Me parece que esta parte de Capítol Reef, es para los estadounidenses en general, y para los ciudadanos de Utah en particular un símbolo muy importante. El sentimiento de los mormones hacia sus pioneros es muy fuerte, y sienten veneración por los sitios históricos (Fruita, Hole in the Rock, Piooner`s RegisterNewspaper Rock…). Se ven familias y grupos familiares que vienen a darse una vuelta por Fruita. Aquí, en Fruita, hubo bastantes habitantes en el pasado, que se dedicaban a la agricultura y a la ganadería, pero fueron emigrando, sobre todo cuando se construyó la carretera UT24, que lleva a Salt Lake City, capital del estado. Poco a poco se fue despoblando la zona. Pero el golpe definitivo a las huertas y los frutales, fue la creación en 1971 del Parque Natural. Yo no he visto ninguna explotación ni trabajos agrícolas en los alrededores, aunque si buenas y nuevas viviendas ya que el turismo crea necesidad de puestos de trabajo. El único riego es el de las praderas para los caballos y las vacas.

Estoy escribiendo tomándome un café y un chupito, y oigo el ulular del viento en el exterior. Cuando volvía del supermercado ya corría una brisa considerablemente gélida. A ver mañana que tal está el clima y cómo van las visitas, porque hoy no ha sido el mejor día. Ya va siendo hora de que me vaya a dormir. Así que me voy a meter en mi súper cama de dos por dos. Hasta mañana. 


14 de Octubre, sábado.

 

La pasada noche he dormido como un tronco. La gran cama del hotel es estupenda, y eso que solo he ocupado una parte muy pequeña, ya que caí como muerto en cuanto me acosté en ella. Cuando he bajado a desayunar hacía un frió muy húmedo que dejaba bonitas estampas en los jardines. En el pequeño comedor había lo mismo prácticamente, pero te lo tenías que tomar en unas mesas largas como de campamento, escuchando el altísimo volumen de la televisión. He tomado lo habitual con la excepción de que he cogido una manzana y un plátano para el almuerzo. He preparado mis cosas en la habitación, he recogido lo que no me hacía falta y he bajado al coche, en medio de un viento moderado pero muy frío.

Anoche, mientras me tomaba un chupito, estuve pensando que como ayer ya me había dado una vuelta por Fruita y sus alrededores, me apetecía ir a un sitio que se llama Cathedral Valley, que no estaba programado, pero al  ver hace unos días, unas fotos de allí, me ha entrado el gusanillo. Este valle está en la zona norte de Capitol Reef National Park, y para acceder allí hay que dar un rodeo de ochenta y cinco kilómetros y dos horas de trayecto, aunque en línea recta no hay más de veinte kilómetros. Y  así que antes de dormirme decidí que lo iba a hacer.

He salido en dirección a Fremont, entre fincas llenas del hielo de los sistemas de riego por aspersión y allí he cogido una pista con el ostentoso nombre de Cathedral Valley Road. Poco a poco la pista iba tomando altura, zigzagueando entre frondosas coníferas, y cada vez se complicaba más ya que el suelo iba empeorando a cada lento kilómetro. Al culminar la montaña, y comenzar la bajada, ha habido tres sitios en los que he pasado de milagro, ya que en el último tramo del descenso hacia el valle, las piedras eran cada vez más grandes. La suerte es que estaban muy redondeadas, y si no las podía sortear, las pasaba despacito por encima. De repente, en un giro de la pista aparece un gran valle entre formaciones rocosas. Y en el centro del valle se alzan unas moles de roca muy verticales, que al haber perdido la piedra superior más dura, se han convertido en agujas, de ahí el nombre de Valle de las Catedrales.

La última parte de la bajada, de tres kilómetros y medio, hasta el valle, ha sido de lo más difícil que he conducido en toda mi vida. Hacía más de treinta años que no me metía en un sitio tan complicado, desde mis tiempos con el viejo Land Rover del antiguo Departamento de Paleontología. Pero además la longitud del tramo lo ha hecho más difícil todavía. Menos mal que el vehículo responde a la perfección y con mucha suavidad.

Aquello, que desde arriba se veía como algo impresionante, al llegar abajo, a la base, se ha convertido en la sensación de ver las catedrales de Burgos, de Colonia, de Barcelona, de Milán y la Sainte Chapelle de Paris, todas ellas juntas. Pero hechas sin la mano de canteros, solo con los arquitectos de la tierra: agua, viento, arena y el transcurso del tiempo. Estaba en una planicie rodeada por todos los lados de farallones y con un silencio sobrecogedor, no se oían ni pájaros ni el viento. Estaba solo, en no sé cuánta distancia a la redonda, en un espacio tan especial y místico, que me parecía estar acompañado por fuerzas sobrenaturales y tenía una gran sensación de paz. Es un lugar en el que seguramente, extrapolando a otras épocas y a otros países, hubiesen vivido ermitaños y anacoretas, por su gran carga de magnetismo y misticismo. Creo que nunca he sentido tantas emociones, ni tan fuertes en toda mi vida, contemplando un paisaje. Pero la verdad es que yo estaba metido en el paisaje, rodeado por él y formando parte de él.

El único vestigio humano es lo que queda de una antigua cabaña llamada Morrell Cabin. Esta cabaña fue construida en la década de los años veinte por Paul Christensen, que era propietario de un aserradero, como residencia de verano de su familia. A mediados de los años treinta fue vendida a Leslie H. Morrell, que la reformó y la utilizó como campamento de invierno para los vaqueros de su rancho. Posteriormente en los años setenta, todo fue vendido al Gobierno Federal para formar parte del actual Capitol Reef National Park.

Después de recorrer un poco el valle por un antiguo camino, he vuelto a la pista. La accidentada subida ha sido más fácil que la bajada, ya que a puntita de gas, en primera, con la reductora y la tracción total puesta, no ha habido problemas.

De vuelta a la zona de Fruita, he ido de nuevo al aparcamiento de Grand Wash Road, donde me he tomado mi comida y mi cerveza, y desde allí he cogido el sendero que sube a Cassidy Arch. La subida es pesada al principio, porque la ruta discurre por una ascendente ladera excavada, y la manera de coger altura es subir entre piedras continuamente, sorteando unas y saltando por encima de las otras. Luego se ha convertido en un paseo muy agradable, ya que las vistas, al ganar altura iban siendo cada vez más bonitas y profundas. Cuando estaba llegando casi a la cota más alta, el sendero hace un giro a la derecha, y se ve el arco como a quinientos metros, pero como la parte alta del arco también forma parte de una especie de planicie de la montaña, y por la posición del sol, solo se ve un agujero oscuro. Es necesario bordear esa planicie rocosa, de forma curvada, para llegar hasta la parte más alta, y desde allí se ve perfectamente como un embudo y al final la luz a través del arco, eso sí, desde arriba. Incluso se puede pasear por encima. Esta es la mejor forma de verlo.

El nombre del arco viene del famoso pistolero Butch Cassidy, que nació muy cerca de aquí, en Beaver, y que cuando de joven tenía problemas con la ley, se refugiaba por estos solitarios lugares. Este pistolero junto a otro llamado Sundance Kid, natural de Mont Clara, Pennsylvania, murieron en San Vicente Cantón, Bolivia. Su historia fue la que inspiró la película Dos hombres y un destino interpretada por Paul Newman y Robert Redford.

El arco en sí no me ha parecido tan estético como esperaba, pero el paisaje es muy bonito desde aquí arriba. Giras sobre ti mismo 360º y a pesar de la altura a la que estás, hay otras formaciones más altas  en las distintas lejanías donde mires. Pero sobre todo he disfrutado de los atormentados pinos bristlecone, que han vuelto a aparecer en estas alturas con sus increíbles retorcimientos.

La bajada, en la última parte del sendero, me ha costado más, porque el esfuerzo de las rodillas, con la inercia de mi peso, es mayor. Así que me lo he tomado con calma y he dejado pasar a todos los que tenían más prisa que yo.

El día ha sido muy duro, sobre todo por conducir con la tensión que he conducido esta mañana. Pero también ha sido un día de sensaciones excepcionales cuando estaba en Cathedral Valley. Es un lugar en el que la mente vuela hasta que llega a la parte más recóndita del alma. A pesar de estar solo no me he sentido solo. Sentía que estaba rodeado y acompañado de todo lo bueno. Espero que las fotos estén un poco decentes y hagan algo de justicia a un lugar tan especial y espiritual. Antes de ir al hotel me he dado una vuelta por la carretera escénica para disfrutar de la dura belleza de Capitol Reef.

Ya en el hotel me he dado una relajante y necesaria ducha caliente, me he tomado una cerveza, y me he acercado hasta el restaurante mexicano de la gasolinera anexa. He pedido al camarero, en español ya que era mexicano, una cerveza dos equis ámbar, mientras estudiaba la carta. Tenía mucha hambre, y con los nachos y la salsa ranchera picante, me ha entrado más hambre, si cabe. Así que me he tomado de primero una reconfortante sopa de cebolla, que estaba estupenda y me ha templado el ánimo. De segundo, he pedido una chimichanga de ternera. Me han puesto un plato, o mejor dicho una fuente con una chimichanga de más de un palmo de larga y unos ocho centímetros de gruesa, con una guarnición de refried beans con queso Monterrey, arroz basmati, ensalada y papas fritas. Impresionante. No he dejado nada. La salsa picante me ha puesto el estómago a punto. He tenido que tomarme otra cerveza, y después de cenar, de postre, no me ha quedado más remedio que bajar todo con un par de copitas de tequila reposado. Todo esto me ha costado increíblemente menos de cuarenta euros, propina incluida.

Cuando iba hacia el hotel hacía mucho frío, pero yo iba muy calentito. Ya en la habitación, me he puesto a organizar todo lo que podía del equipaje, ya que mañana salgo en dirección a Moab, pasando por Goblin Valley State Park, y Temple Mountain, que me pillan de camino. Me he puesto a escribir tomándome una cervecita, y me voy a acostar pensando en lo recorrido y visto en el día de hoy. Hasta mañana.


FIN DE LA SEGUNDA PARTE