15 de Octubre, domingo.

 

Hoy me he levantado a las seis de la mañana, he preparado todo lo que me quedaba, y lo he bajado al coche antes de ir a desayunar. El desayuno en el hotel, ha sido normal, pero como tiene fruta, he cogido un par de piezas para media mañana, una naranja y un plátano. Al llevar la llave a la recepción, me he encontrado con el camarero del restaurante mexicano de ayer. Me ha saludado y me ha contado que es de Nogales, una ciudad frontera con Arizona, a una hora y pico de Tucson, y que me trae buenos recuerdos de tiempos pasados.

El camarero se aloja con los empleados del hotel, ya que tanto la gasolinera, el supermercado y el restaurante son de la misma propiedad. La casualidad ha sido total, ya que este buen hombre trabajó de chaval, en el antiguo Hotel Marqués de Cima, donde yo he dormido. Hace unos quince años el hotel fue derribado, y se construyó uno más grande con el mismo nombre. Fue entonces, cuando una clienta del hotel le pasó a Estados Unidos, y posteriormente se vino a Utah para alejarse de la frontera. Toda una historia. Tras desearnos suerte mutuamente, nos despedimos con un fuerte apretón de manos.

Antes de salir a la carretera he parado en la gasolinera y estaba cerrada por ser domingo. Solamente quedaba la opción de utilizar el surtidor con cobro por medio de tarjeta. Sin embargo no ha sido posible, porque el sistema no reconocía ninguna de las dos tarjetas que llevo, una de crédito y otra de débito. Como tenía que ir pasando por varias ciudades, Fruita, Caineville y Hanksville, he seguido pensando que tendría margen suficiente. En Fruita no hay gasolinera, y la de Caineville estaba también cerrada. He continuado hasta Hanksville despacito, sin subir el motor de revoluciones, y con el ordenador de a bordo en modo eco. Cuando he llegado a la gasolinera resulta que estaba cerrada, y el sistema de tarjetas no me permitía repostar. He decidido no mover el coche ya que tenía solo gasolina para veinte kilómetros y acercarme a un motel que hay enfrente de la gasolinera, a ver si me podían informar. Cuando iba a cruzar la carretera ha venido un vehículo a repostar, y lo ha hecho sin problema. Entonces le he pedido al conductor, que me dijese si estaba haciendo algo mal. Me ha ayudado, pero el surtidor me decía que la tarjeta no era válida, y que fuese a la oficina de la gasolinera. En ese momento le dije a este señor, que si era tan amable de echarme veinte dólares de gasolina con su tarjeta, y yo se lo daba en efectivo. He sacado un montón de dinero comentándole que mi problema era la tarjeta, pero que era una persona solvente. Le he acercado el billete y por fin ha accedido a hacerlo. Cuando ha terminado la operación le he dado las gracias de la mejor manera que he sabido, he arrancado el coche aliviado, sabiendo que tenía gasolina suficiente para unas cuantas millas.

Cuando he llegado a Goblin Valley State Park (goblin significa duende) el sol ya estaba bastante alto y hacía calor. He cogido un sendero que recorre Carmel Canyon por la parte externa, para meterme en una cañón natural semiderruido, The Goblin's Lair (La Guarida de los Duendes) por la ladera de una montaña de rocas. Para ello he tenido primero que ascender hasta el agujero por las rocas y luego bajar por el derrumbe hasta casi el fondo. He descansado un rato en el frescor subterráneo, he salido reptando y he vuelto por el caminito hasta el aparcamiento. He gastado mucho tiempo y esfuerzo para lo poco que he visto. Me he adentrado en el valle, y me ha gustado descubrir los “globins” y pasear entre ellos. Estas formaciones son unas grandes piedras redondeadas que están encabalgadas sobre unas torres bajas, de tierra compactada compuesta principalmente de arcilla limonitizada y pizarra, y el efecto es muy bonito. Hay formaciones individuales, pero también hay grupos de dos o más.Según he leído el paisaje cambia ya que de vez en cuando alguna roca se cae, y cuando llueve vuelve a iniciarse el proceso. Como hay diferentes alturas de suelo, el proceso continua. El descubrimiento de este lugar fue realizado por Arthur Chaffin que era un constructor de carreteras y aventurero que buscando oro llegó aquí en 1920. No volvió hasta 1949 cuando se había enriquecido con un ferry que había construido  él mismo con el motor de un coche, que atravesaba el río Colorado, donde hoy está el Hite Crossing Bridge, arriba de Powell Lake y que estuvo en servicio muchos años. En este año hizo unas fotografías e hizo conocido el lugar con el nombre de Mushroom’s Valley (Valle de los champiñones). En 1954 el estado optó por proteger la zona y la declaró Reserva Estatal. Para en agosto de 1964, pasar a ser Parque Estatal.

Hace muy pocos años, dos adolescentes descerebrados, consiguieron tirar la roca encabalgada de un “globin” y lo grabaron en video, que posteriormente fue subido a internet. Les costó un año de trabajos para la comunidad, y pagar la multa y las costas correspondientes. Lo cual me parece estupendo. El paseíto por el jardín de globins ha sido curioso, pero es una caldera cerrada y el calor era muy alto.

Después de hacer algunas fotos he cogido el coche y he ido a un sitio próximo que se llama Temple Mountain. Es un campamento de montaña como otros tantos, al que van a pasar unos días, con auto caravanas gigantes y dan paseos con las motos de campo y unos pequeños todo terreno que llaman ATV (All Terrain Vehicle). El sitio se llama así porque a lo lejos se ve una montaña muy bonita en forma de templo. En un banco y mirando esta montaña me he comido el bocadillo, para luego seguir camino hacia Moab. El tramo de carretera por la 191 se me ha hecho muy pesado ya que aunque el sol no me daba en la cara, la luz era muy fuerte mirando al hacia el sur. Me lloraban los ojos y eso que llevaba mis gafas polarizadas.

Cuando iba por la autopista acercándome a Moab, estaba muy cansado, pero al ver el cartel de Arches National Park no me lo he pensado y he cogido la desviación para acceder al Parque. Era tarde, pero es como si fuese un goloso a la puerta de una pastelería, no me he resistido y he entrado. Paso por la cabina de acceso y en cuanto comienzo el ascenso por la cuesta que lleva a la altiplanicie empiezo a ver maravillas. El color a veces se parece al de Zion, y algunas formaciones me lo recuerdan por la altura, aunque son formas más exentas y ligeras. Pero es mejor no comparar. Lo que me he enterado esta tarde, es que por obras, el acceso es solamente de siete de la mañana, a siete de la tarde, pero que a partir de las seis y media los Rangers, van por las zonas de aparcamiento conminando al público para que se vayan. Hay por lo tanto, algunas zonas cerradas o cortadas, y una gran acumulación de maquinaria pesada en algunos aparcamientos. Tendré que improvisar ya que no contaba con esta eventualidad, y apenas podré hacer fotos en las horas dulces. Quise parar en Park Avenue, pero tanto el aparcamiento como las dos entradas estaban llenos de máquinas y vallas, por lo que no he podido pasear entre los pétreos rascacielos rojos. He ido a Balanced Rock, donde he hecho algunas fotos de ese portentoso equilibrio, y luego me he dado un buen paseo por Garden of Eden, entre las grandes rocas  que a veces me parecían grandiosas figuras humanas desdibujadas. Me ha gustado mucho pero ya eran más de las seis, y tenía que volver al coche y salir del parque para ir hacia la ciudad, registrarme en el hotel, e ir a hacer algo de compra.

El hotel es el Super 8 Moab y es el más grande que he visto de esa cadena. Tiene dos plantas y varias alas con grandes aparcamientos y un restaurante Subway anexo. El precio es desorbitado, más del doble de lo que costaría en una ciudad menos turística, y eso que lo he reservado con tiempo. La habitación no es grande pero cómoda y la cama también. Tras instalarme y darme una ducha, me he acercado hasta el centro, recorriendo en coche la carretera que es también la calle principal.

Toda la ciudad está llena de restaurantes, hoteles y tiendas de regalos. En el Village Market he comprado lo que me hacía falta de comida y bebida para unos días, y además tenían “salad bar”. Así que me he podido preparar un recipiente gigante de ensalada variada a mi gusto, para comérmelo en el hotel. Me he acercado al depósito de alcohol y me he comprado ron negro y vino español. He cenado estupendamente la ensalada, con patata fritas de bolsa (Lay’s, mis favoritas americanas) y humus de aperitivo con una cervecita, y queso gorgonzola de postre acompañado con media botella de Marqués de Cáceres. Nivel. Luego me he puesto a escribir tomándome unos chupitos de Bacardí Gold. Mañana me espera otro día apasionante.


16 de Octubre, lunes.

 

Hoy ha sido otro día muy duro. He bajado a desayunar lo más temprano que he podido. El sitio que hay para ello, es una parte de la recepción en la que se han habilitado, a modo de comedor, unos muebles pegados a la pared, para poner las máquinas y los alimentos, y unas pocas mesitas con sus sillas correspondientes, que a todas luces son insuficientes para el alto número de huéspedes alojados en el hotel. Todo está muy limpio y ordenado, y en todo momento hay una camarera para cualquier necesidad de los clientes, y limpiando las mesas para que la espera de los que llegan, no sea larga. La calidad es la normal, y el café y el zumo no son de los peores. He tomado un zumo, tostadas con mermelada, y un café con leche. Luego en la habitación me he preparado un café cubanito.

He salido de Moab de noche, en dirección norte, hasta llegar al río Colorado, donde he girado a la derecha cogiendo la carretera que lo bordea en dirección este, hacia Castle Valley, por La Sal Loop Road (carretera escénica), para ir luego por una carretera de montaña y llegar hasta el sur de Moab, por Spanish Valley. El caso es que cuando iba disfrutando de los colores del río entre las primeras luces, han empezado los parones, ya que estaban asfaltando tramos de la carretera 128 y había que usar la vía alternativamente. Por fin he podido llegar al cruce que lleva hacia Castle Valley. Me he desviado por la pista que va hacia Fisher Towers, para poder ver The Titan, que es una formación de torres muy verticales y rectilíneas, de gran belleza. En ese momento empezaba a salir el sol en el valle, y me pillaba a contraluz, pero ha sido un espectáculo precioso, a pesar del viento helado que sacudía el valle. Creo que incluso tengo una foto muy buena.

He vuelto por la pista y he entrado de nuevo por la carretera de Castle Valley, para pasar por la ciudad del mismo nombre, y posteriormente dejar a la izquierda dos formaciones de roca preciosas encima de un gran montículo: Castleton Tower, en forma de pináculo, y The Rectory, que es como una gran tapia.

Un poco más adelante, cuando quería empezar a subir hacia las montañas, me he encontrado con que la carretera estaba cortada por obras. No me ha quedado más remedio que volver por donde había venido. Cruzar Moab y seguir hacia el sur, para coger de nuevo La Sal Loop Road en el otro sentido desde Spanish Valley.

Como me pillaba de camino, me he desviado un poco hacia Faux Falls, y cuando tras subir por la pista, he llegado, me he dado cuenta que el nombre viene porque el agua de esos dos saltos, viene conducida por grandes tuberías desde la montaña. Todo un chasco. Así que cabreado vuelvo a coger La Sal Loop Road, y justo antes del desvío hacia Warner Lake, resulta que están asfaltando también la pista Warner Road, que me conduce hasta el lago. Tengo que estar detenido media hora. Me he ahorrado doce kilómetros de pista ya que ahora está asfaltada (he sido la primera persona que ha pasado por ese tramo asfaltado), pero los últimos ocho han sido penosos.

Al final he llegado al lago, pero es más pequeño de lo que me imaginaba. Además había nevado hacía poco y las hojas amarillas de los chopos estaban todas en el suelo. Había algo de nieve pero no había ni un tiro de cámara para hacer una buena foto, ni siquiera decente. Bueno creo que una si hay. Solamente quedan los esqueletos desnudos de los chopos, y los abetos vestidos, reflejándose en el azul del agua helada del lago, que estaba rodeado de un pasto quemado por la nieve, de color amarillo sucio. Allí arriba el otoño se acaba, a pesar de ser mediados de octubre y empieza el invierno. Toda la mañana dando vueltas para tan poca sustancia. Me siento un poco mal por el tiempo perdido, ya que tiempo es lo que menos tengo.

Cuando me disponía a subir al coche ha aparecido una camioneta de las grandes que arrastraba un remolque de buenas dimensiones. Se han bajado cuatro personas que parecía que habían salido de un clásico de indios y americanos, con revolver y todo. Del remolque han sacado cuatro preciosos caballos ya ensillados y preparados para montar. Nos hemos saludado y me he quedado observando hasta que, tras ponerles unas alforjas, han salido tranquilamente de la zona de aparcamiento y han enfilado por un caminito hacia el bosque. Cuando se han ido he arrancado y me he dispuesto a bajar.

De nuevo los obreros me han parado en el mismo cruce de antes, y me han dicho que debía esperar una media hora, así que me he apartado bajo una sombra, para dejar que una gigantesca  motoniveladora diese media vuelta, y me he comido el bocadillo con una cervecita, intentando olvidar los vaivenes de la movida mañana. Así que en cuanto he podido, he bajado de la montaña, dejando atrás Mt. Waas y parándome de vez en cuando a disfrutar del paisaje. Al llegar a Spanish Valley he vuelto a cruzar Moab, y me he dirigido hacia la entrada de Arches.

Había mucha gente, pero menos que ayer. He cogido la carretera escénica y me he dirigido hacia The Windows, parando en Rock Pinacles y Balanced Rock, por donde he dado un paseíto y he hecho algunas fotos desde distintos ángulos. Cuando he llegado al aparcamiento próximo a The Windows había mucha gente, y el senderillo de cemento que sube hacia arriba, parecía una romería. He subido, pero un poco antes he cogido la bifurcación que lleva a Turret Arch. Me ha parecido que es un conjunto de torre y arco muy bonito, y me ha encantado pasar por debajo del mismo para hacer fotos desde todos los ángulos posibles. Luego he ido a ver la ventana sur, y la he rodeado para poder ver, en una depresión que hay detrás y desde lejos, las dos ventanas a la vez, ya que desde el lado oeste solo se ve la Norte, o la Sur. Como en la parte este, no había casi nadie, me he sentido a gusto en la soledad y en el silencio. He hecho fotos de las ventanas a contraluz, y parecía que era un antifaz como el del personaje del Zorro, o una máscara del Carnaval de Venecia. Cuando el sol ya empezaba a bajar, he vuelto por el mismo sitio, y he llegado hasta la ventana norte. Es grandiosa, y cuando estás debajo de ella se ve un sereno y magnífico paisaje hacia la parte baja (este) de dónde yo había venido. He localizado el lugar desde donde quería hacer unas fotos, y con el fin de que no apareciese ninguna persona he tenido que esperar más de media hora, hasta que la gente empezó a irse, ya que cerraban el parque y había que bajar hasta el aparcamiento, coger el coche y bajar hasta la salida. He esperado tanto tiempo porque la gente mira todo a través del móvil, y no paran de hacerse fotos unos a otros y a si mismos, en las poses más absurdas. Seré un poco antiguo, pero ir a una catedral, a un museo, o a un sitio como éste a contemplarlo a través de una pantalla, me parece absurdo. Lo importante y único, es lo que está allí, hecho o no por el hombre. Y nosotros vamos a verlo, oírlo y respirarlo, no a registrar que hemos estado allí, aunque no nos hayamos enterado de nada de lo que hay. Aparte de esto, he pasado un buen rato, en un sitio especial, y la pena es que cuando la luz del sol declina y es más bonita para hacer fotos, he tenido que salir corriendo.

Estaba cansado de conducir, así que tras pasar por el hotel y refrescarme un poco por dentro y por fuera, me he ido a Moab a dar una vuelta y a cenar. He entrado a una galería de un fotógrafo local llamado Tom Till. En mi vida he visto fotografías con la calidad de las que he visto hoy. Ni en el mejor de mis sueños me podía imaginar que una imagen fotográfica me emocionase tanto como las vistas allí. Todas ellas hechas con cámara de placas, con los mejores procesos de revelado y con una impresión de la más alta calidad que he visto nunca en soporte fotográfico: el aluminio.

Cuando he terminado de ver las maravillosas fotos de Tom Till, he ido a un restaurante mexicano que vi ayer y he entrado para cenar. Me he pedido unas carnitas de res con tortitas de trigo, y de guarnición, ensalada, refried beans con queso Monterrey y arroz. Mientras me lo traían, me he tomado una cerveza Doble equis Amber con la salsa ranchera y los nachos de aperitivo. Todo me ha sabido muy rico. Cuando he terminado de cenar he vuelto al hotel, donde me he comprado una Coca-Cola para hacerme una copita y bebérmela mientras escribo.

El resumen de hoy es que me he hecho trescientos kilómetros de coche, y además a pesar de todo, he visto lugares y paisajes muy especiales. Mi visita a la zona de montaña ha sido muy provechosa por los paisajes y las sensaciones. Además Arches es un gran Parque y hay mucho que ver.  Hasta mañana.


17 de Octubre, martes.

 

Hoy me he dado una gran paliza. Me he levantado muy temprano y tras desayunarme, como es lo habitual en este viaje, mi zumo y mi café con tostadas de mantequilla y mermelada, me he dirigido hacia Arches. A las siete menos diez me situaba en la fila de coches en la puerta de acceso, esperando que terminasen de salir los obreros y los vehículos que habían estado trabajando toda la noche. Cuando por fin se ha acabado la larga caravana de coches todo terreno con sus luces naranjas, han dejado pasar a todos los vehículos que estábamos esperando. Me he parado para hacer fotos en The Three GossipsThe OrganCorthouse Towers y Tower of Babel. La luz era ideal, pero la orientación no lo demasiado buena y los accesos peatonales estaban cortados en algunas zonas por lo que no he podido cambiar el tiro de cámara.

A continuación he ido a Upperview Point, para ver Delicate Arch. Me he equivocado, porque aunque el arco se ve desde abajo, con una perspectiva bonita, está demasiado lejos para verlo en su esplendor. Así que, dando la vuelta, he ido hasta al aparcamiento más cercano al sendero de acceso, y me he hecho la subida de tres kilómetros para verlo de frente, en toda su magnitud.

Durante el paseo de la subida, se pasa por una antigua cabaña donde vivió un hombre llamado John Wolfe, veterano herido en la Guerra Civil Americana, que llegó en 1888, con su hijo Fred, buscando un clima más seco y más propicio para su pierna lisiada. Como por aquí hay un humedal, ya que corre un riachuelo, había la suficiente agua y pastos para un centenar de reses. También se dedicaban a recolectar la sal común que se forma naturalmente en el valle para venderla por la zona (de ahí el nombre de Salt Valley Wash que ostenta este lugar). En 1906 acudió también su hija Flora Stanley con su marido y sus hijos, y construyeron la cabaña de una sola habitación que sigue en pie, pero esta vez la hicieron con suelo de madera. Todo un lujo. Vivieron allí hasta 1908 fecha en que se trasladaron a Moab. Posteriormente en 1910 vendieron el rancho y se fueron a su tierra natal Ohio, donde John Wolfe murió en 1913 a la edad de ochenta y cuatro años. Este sitio es muy bonito y hasta he visto una familia de ciervos entre la vegetación de los humedales, lo que me ha parecido tremendamente bucólico. No me extraña que este buen hombre se viniese a vivir aquí.

Entre estos pensamientos mientras subía, he llegado a Delicate Arch, pasando por un arco secundario en una pared, llamado Twisted Doughnut Arch, a través del cual se ve Delicate Arch a la misma altura. La visión del arco es una experiencia muy fuerte. Parece que está colocado allí a propósito, solo, en el borde de una especie de meseta de roca, y al otro lado no hay nada más que un abismo de piedra. A través de él se ve el horizonte allí abajo, y la sensación de profundidad es increíble. He estado fotografiándolo desde todos los puntos de vista que he podido a pesar de la dureza de la luz y creo que he hecho alguna foto decente. Lo peor es la gente con los móviles. Mi opinión no cambia. Estas personas son como moscas que revolotean en una boñiga, posando en ella, pero no la ven en toda su dimensión. Hemos estado esperando un rato hasta que hemos podido hacer alguna foto sin gente. Y he dicho hemos, porque estábamos tres personas esperando ese momento con las cámaras preparadas.

He bajado contento, todo lo rápido que me han dejado mis rodillas, hasta el aparcamiento donde he dejado el coche. Mi intención era pasar por Fiery Furnace. Detenerme un poco para disfrutar de las grandes formaciones rocosas verticales y paralelas y hacer alguna foto. Luego continuar en coche hasta el lugar más próximo al inicio del sendero que lleva a Sand Dune Arch. El emplazamiento es curioso ya que se accede a un pequeño cañón lleno de arena tan fina como la de la playa. Andando hacia el interior, el arco aparece a la derecha y es de mediano tamaño, lo justo para pasar por debajo de él, pero es un conjunto muy bonito y tranquilo. 

Posteriormente he conducido hasta el aparcamiento de Skyline Arch. He seguido un senderillo de unos doscientos cincuenta metros y el arco ha aparecido en todo su maravilloso esplendor. La sensación que me ha dado es que es robusto, severo y a la vez espectacular. Además tiene la particularidad que el arco tenía hasta 1940, la mitad de tamaño, pero que hubo un desprendimiento de la parte superior, que hizo que se duplicase el tamaño. Prueba de ello son los fragmentos de arenisca que hay en la base del arco, y una copia de una antigua foto que hay en un panel.

A continuación he ido hacia el aparcamiento de Devil’s Garden, que estaba abarrotado, pero he conseguido un sitio cerca del comienzo del sendero. Al ser un sendero circular, he decidido hacerlo en el sentido de las agujas del reloj. La primera parada ha sido en el espectacular Landscape Arch, y me ha parecido increíble. Es una arco muy delgado para la longitud de más de ochenta y cuatro metros que tiene (el quinto más largo del mundo), con una aparente fragilidad que parece que con un ligero golpe o un cambio de viento, puede caerse. La luz era mala, pero creo que alguna foto puede quedar bien.

A partir de allí ya subía menos gente. He seguido hacia arriba reptando, restregando la barriga por las rocas y andando por las crestas que hacen de camino, señalizado con hitos hechos con piedras, a través de un paisaje maravilloso, que veía desde arriba a una altura considerable. Como una cabra he seguido saltando de roca en roca, a veces andando y otras veces con el culo a rastras, perdiendo la dignidad, resoplando como un búfalo, hasta llegar extenuado a mi destino: Double O Arch.

En realidad es un puente en su parte superior de  unos veinticinco metros de luz, apoyado en dos lados de roca y debajo de éste un arco de unos tres metros y medio de ancho, por el que se puede pasar de un lado a otro de la perforada pared. Todo este conjunto está en una especie de hondonada llena de pequeños pinos retorcidos (Pinus longaeva) que dan un aspecto de  paisaje propio de película de la saga de los simios. He llegado roto pero es una maravilla. He estado un rato haciendo fotos, disfrutando y descansando. Pero no puedo pararme demasiado, no he venido hasta aquí para quedarme sentado. He seguido por el caminito que lleva a Dark Angel. Pero cuando he visto de lejos, que solo es una roca alargada y oscura, he vuelto para ver por el trayecto algún arco secundario o tercerón a los que no he hecho mucho caso. Donde sí me he desviado, ha sido en Navajo Arch, que me ha gustado mucho por su robustez. He retornado al sendero y vuelto al aparcamiento. Como todavía tenía algo de tiempo, a pesar de estar agotado, he parado en el sitio más próximo a Broken Arch. He andado como unos ochocientos  metros por arena para verlo. La luz era mala y el arco no muy bonito, pero he intentado hacer fotos, aunque supongo que no serán nada del otro mundo.

Cuando he llegado al coche he ido al hotel, donde me he tomado una cerveza y una ducha a cual más reconfortante. Tras adecentarme un poco, he ido a la ciudad, y he pasado por el supermercado a por una ensalada gigante, comprar algo de comer y alguna cerveza. Prefería quedarme en el hotel cenando, ya que me parecía mejor una ensalada hecha a mi gusto picoteando taquitos de queso gorgonzola curado con patatas fritas y beberme la media botella de vino que me quedaba. Mientras cenaba he hecho el cálculo de los kilómetros andados por senderos, y me han salido diecinueve. El podómetro me ha subido la cifra hasta los veinticuatro, ya que me cuenta también otros tramos que no he contado sobre el mapa. Hacía muchos años que no hacía tantos kilómetros andando, y menos por sitios tan abruptos como los que me he hecho hoy. Estoy tan cansado como contento. Arches me gusta sobremanera, y me gustaría tener más tiempo para disfrutarlo. No es que sea mejor que otros ya que no se pueden hacer comparaciones. Todos son singulares aunque quizás Arches tiene más pequeños detalles que ver. Al menos eso me ha parecido. Hasta Kodachrome State Park, que para mí ha sido el más flojo hasta ahora, tiene cosas diferentes y singulares, que me han gustado mucho. Me siento satisfecho de lo realizado y dichoso de haber comenzado esta aventura. Ya he pasado más de la mitad de la estancia, y está siendo una experiencia personal y vital maravillosa. Después de cenar me he puesto una copita fresquita e hidratante, y en cuanto termine de escribir y mandar las pertinentes fotos del día y tomarme la copa, me voy a dormir. Besos.


18 de Octubre, miércoles.

 

Si hay días en que parece que todo te sale mal y lo previsto falla ha sido éste. He salido del hotel temprano, como siempre, tras el desayuno habitual, y un café cubanito. He salido de Moab en dirección sur, hacia Canyonlands e Island in the Sky. La intención era bajar por las cerrada y empinadas curvas de  la famosa y zigzagueante Shafer Canyon Road y luego, una vez abajo, recorrer veinticinco kilómetros en dirección sur, por la mítica White Rim Road hasta Musselman Arch.

El día estaba caluroso y nublado desde primeras horas de la mañana, pero todavía se podía aguantar. Antes de llegar a Canyonlands me he detenido en un mirador desde el que veían dos colinas muy bonitas a la luz del alba: Merrimac y Monitor Buttes. En este incomparable marco se ha hecho un monumento a la paz después de la Guerra Civil Americana. Estas colinas tienen los nombres de los dos únicos grandes barcos de guerra que entablaron combate (uno de cada ejercito) en dicha contienda (éste si es un pais de concordia nacional).

La mítica White Rim Road es una pista muy dura, infernal en muchos tramos, que transcurre por el interior de Canyonlands, entre los ríos Green y Colorado. Solamente los más preparados o los más aventureros se atreven a recorrerla entera. Solamente los más preparados o los más aventureros se atreven a recorrerla entera. Son 170 kilómetros en sentido circular y en pésimas condiciones, con la dificultad añadida que tienes que sortear pequeños y grandes roqueros, por lo que se necesita un vehículo todo terreno de gran altura y ruedas extra anchas, además de una gran pericia al volante. Cuando accedes a la pista, o en la información general del Parque, te informan que sacarte el vehículo atascado con una grúa, cuesta un mínimo de dos mil dólares.

La neblina se ha convertido en una calima cegadora y ardiente que te deslumbraba en los cambios de dirección de la espectacular bajada de Shafer Canyon Road. Esta ruta era la utilizada por los rancheros, en épocas pasadas, para sacar el ganado de los ranchos de Canyonlands, y llevarlo hasta el ferrocarril en Moab. He bajado con gran precaución y he recorrido el tramo del White Rim Road hasta llegar a mi destino. Musselman Arch es un puente feo más que un arco, situado en medio de una llanura llena de surcos, que si llueve mucho serán cañones en un futuro. Empezaba a hacer calor en esta olla de piedra, y a pesar del calor he sentido como escalofríos. La soledad y el miedo eran las sensaciones que tenía en ese momento. Miedo a que me pasase algo en ese inhóspito lugar. Pocas veces me he sentido tan vulnerable a no sé qué, en toda mi vida.

He vuelto por donde he venido, y a pesar que la idea original era recorrer Potash Road bordeando el Green River y volver otra vez al Parque, me he dado cuenta de que se me había pasado más tiempo del que había pensado, y he subido por Shafer Canyon Road, para llegar a Island in the Sky y recorrerlo. La subida no ha sido complicada al igual que no lo ha sido la bajada. Solamente he tenido que poner la tracción total e ir despacito y con cuidado en algunas zonas más complicadas, por los surcos tallados por el agua de la lluvia.

Me he dedicado a recorrer todos los miradores de la carretera escénica y con la calima los paisajes se veían muy mal, por lo menos para hacer fotos. Los colores son muy pardos y oscuros. Los ojos me ardían, a pesar de las gafas polarizadas. Creo que ni en el desierto del Sáhara ni en el de Sonora he sufrido tanto por los ojos. Con lo único que había disfrutado hasta entonces, había sido con la caminata hasta Mesa Arch y con el arco que es muy bonito. Sobre todo por su posición, como si fuese un ventanal o un balcón asomándose a una avenida de piedra, y a través de él, abajo en la lejanía, se ve un grandioso y enigmático paisaje, que curiosamente no estaba demasiado cubierto por la calima. Tras esperar un tiempo a que no hubiese nadie en el arco (haciéndose “selfies” por supuesto), he hecho alguna foto, y creo que también una panorámica más o menos bonita. En el aparcamiento me he comido mi cotidiano bocadillo con una cerveza fría y he seguido pensando que el día estaba siendo un poco injusto conmigo.

Pero al llegar a Green River Overlook el día ha cobrado un poco de sentido. El paisaje, a pesar de la calima, es especial, magnético. Abajo, en una gran llanura enrasada, se ven multitud de pequeños cañones, que parecen excavados con gran armonía artesanal, con un pantógrafo gigante, que van confluyendo y creciendo sucesivamente, hasta llegar a un cierto nivel de profundidad. Todo en ocres y marrones. Esto se repite hasta el nivel del Green River, a un nivel inferior formando unos abiertos y preciosos meandros de color verde, con sus orillas en otro tono de verde, más vivo, distinto al del río. La pena es que las fotos no representan lo visto, pero me he ido estremecido por la emoción, con el momento y el paisaje grabados en mi cerebro y en mi memoria. Con esta experiencia visual  o mejor dicho sensorial en conjunto, la balanza se ha equilibrado un poco. A continuación he subido a ver una especie de cráter llamado Upheaval Dome. He leído que no se sabe si es un cráter formado por un antiguo lago de sal colapsado o de origen meteorítico. Según parece la primera opción es la más probable. Para mí es muy fácil. Si se encuentran trazas de otros minerales o metales distintos de los habituales de la zona, habría que ver si son de origen metorítico u otro.

Quería ir a Dead Horse State Park, así que he salido de Canyonlands y he ido hacia allá. Este Parque se llama así porque es la parte más alta de un meandro muy cerrado, y allí se podían tener muchas cabezas de ganado encerradas solamente con una valla de diez metros de largo, que cortase el estrecho cuello. Una vez, no se sabe por qué, unos vaqueros dejaron una gran manada de caballos y se fueron. Cuando volvieron al cabo de un tiempo, se encontraron que todos los caballos habían muerto, ya que no podían bajar a beber agua al río, porque era imposible sortear el desnivel. Muertos de sed a cuatrocientos metros del agua.

He pagado las tasas en el control y he llegado hasta el final, a Dead Horse Point, pasando por la zona más estrecha de la parte alta del meandro, y tras aparcar el coche he recorrido el Rim Trail, y la vista y la sensación han sido increíbles. Al Sur, el Green River pasa encajonado entre las paredes zigzagueantes de los preciosos meandros de su típico color verde. Hacia el Este, los saturados azules de los depósitos de desecación de las sales de potasa, de la Texas Gulf Potash Ponds. La pena ha sido que la luz difuminada por la calima no acompañaba para  hacer grandes fotos. He estado esperando a que el sol cayese para hacer algunas fotos con la mejor luz posible. Cuando las vea en el ordenador espero que me guste alguna, ya que el sitio es espectacular. Cuando los colores empezaban a desvanecerse en la oscuridad de la noche, me he dirigido hacia el aparcamiento y tras despedirme de este espectacular sitio, me he dirigido en dirección a Moab.

La noche se ha vuelto oscuridad total durante el trayecto hasta la autopista. He leído en un par de carteles o folletos turísticos, que esta zona de Utah es una de las que menos contaminación lumínica tiene, comparándola con el resto de los Estados Unidos, a pesar de su proximidad con una ciudad de tamaño mediano.

La carretera se me ha hecho un poco larga, estoy cansado de conducir y cansado del calor, así que tras darme una ducha en el hotel, y tomarme una cerveza, he decidido ir a una tienda de minerales, donde me he comprado una pequeña geoda de cuarzo con un bonito cristal biterminado y brillante de amatista, procedente de La Sal. También me he comprado un cristal de topacio ligeramente rosado de Nevada.

Esta noche para cenar he vuelto al restaurante mexicano y me he tomado una espectacular y suculenta cena. Hamburguesa ranchera de ocho onzas (225 gramos) hecha al punto en la parrilla de carbón, pasta refrita de alubias rojas, ensalada, arroz, queso Monterrey y patatas fritas. Todo ello acompañado por dos cervezas XX ámbar. Un festín para la vista y el paladar. Primitivo y reconfortador. Me he dado un paseíto por la calle-carretera, pasando de nuevo por la galería fotográfica de Tom Till, para deleitarme con su espectacular obra expuesta. A continuación he vuelto al hotel a escribir y tomarme una copita. Estoy agotado y diría que casi contento del día, a pesar de todo.


19 de Octubre, jueves.

 

Esta mañana he madrugado mucho y tras desayunar, he salido del hotel a las seis y media de la mañana en dirección a la zona de Needles que es la parte sur de Canyonlands National Park. La carretera está en obras, con lo cual todos los vehículos íbamos en caravana, e incluso hemos estado parados, en una ocasión, más de diez minutos, ya que el tráfico iba alternando su paso por el único  carril posible. Me he detenido un rato al pasar a la altura de Wilson Arch para hacer alguna foto, a pesar de que había poca luz, y no buena. Éste es un pequeño arco que se ve a la izquierda en dirección sur. He continuado hasta la entrada a Canyonlands. Me he saltado las paradas étnicas y he ido directamente hacia el Slickrock Trail.

El Slickrock Trail es un sendero circular que me he hecho en un par de horas, parando de vez en cuando para hacer alguna foto. Es un paisaje en el que las formaciones de hoodoos, son de aspecto muy achaparrado. El paseo me ha gustado bastante, tiene zonas muy bonitas y sutiles, aunque la luz era muy mala, quizás un poco mejor que ayer, pero la calima persistía. Además la paleta de colores es muy oscura y parduzca, por lo que las fotos que he hecho no serán nada buenas con ese aspecto tan brumoso y anodino en lo lejano.

Cuando he vuelto al aparcamiento, el calor ya empezaba a apretar. A continuación me he dirigido al Big Spring Canyon Overlook, al fondo del cañón del mismo nombre. Es un mirador en el borde del cañón, que circunda un promontorio formado por tres grandes y chaparros hoodoos, sobre todo uno que destaca con una disposición muy estética y fotogénica. Rodeando el mirador se ve, en el fondo de la parte inmediata del cañón, una losa gigante que forma una especie de cueva, y debajo de ella una pequeña acumulación de agua. De ese laguillo sale y corre un pequeño hilo de agua que pronto desaparece en el fondo de arena. El resultado es un bosquecillo que se convierte en una línea verde que sigue el zigzag del trazado del cañón, hasta que desaparece en la nada de la parte baja del mismo.

Me he acercado también a Pothole Point que es una colina de poca altura ala que se accede por un senderillo. En la parta mas alta de la colina, que es muy chata, hay una gran roca en forma de torta redondeada, de la que se han desprendido otras mas pequeñas. Éstas también han sido redondeadas por la erosión, y parece que las han dejado allí tiradas. Tras el breve paseíto, he vuelto por donde he venido con el coche, hasta un desvío en el que se coge una pista que lleva a Elephant Hill, y continúa hasta un mirador desde el que se ve una confluencia de dos grandes cursos de agua. Allí se acaba el Green River. El río Colorado lo engulle y se engrandece con su caudal y posteriormente con el del río San Juan. Luego continúa con su sinuoso recorrido formando maravillosos cañones,  siendo límite de estados, regando cultivos hasta sumergirse, tras cruzar la frontera con México, en las aguas del océano Pacífico, en el golfo de California.

Cuando llevaba conduciendo un buen rato por la agradable pista, he llegado al aparcamiento de Squaw Flat Trailhead y allí se acabó mi trayecto. Ante mí se erigía la subida hacia Elephant Hill. Lo que era un paseo por una pista de tierra, se ha convertido en unas espeluznantes rampas escalonadas de piedra, imposibles para un todo terreno normal. Me he acercado a ver las rampas y he visto que había zonas rellenas con cemento y rocas para suavizar los relieves. Ha llegado un vehículo, un Chevrolet Silverado, con las ruedas gigantes y la suspensión sobre elevada. Ha subido dando saltos y me he quedado boquiabierto mirando ese derroche de potencia mecánica y la pericia del conductor. Detrás de ese vehículo venia otro, un Ford todo terreno un poco más grande que mi coche, pero creo que con menos altura de chasis, y ha querido subir. En la primera curva a la izquierda, que era de arena, ya ha rozado con el paragolpes delantero. Tras pasar esta primera curva, ha intentado pasar el primer escalón de piedra, pero ha sido imposible ya que la rueda no podía llegar al escalón porque daba antes con el morro en el mismo. El copiloto, chino como el piloto, ha descendido del coche para dirigirle, pero lo imposible casi siempre es imposible. Al final, tras chirridos de ruedas y golpes en los bajos, han desistido. Al intentar tomar, marcha atrás, la curva que habían podido sortear anteriormente, el vehículo se ha clavado en uno de los laterales de la pista, y casi vuelca.

La alternativa que me quedaba entonces era hacerme un duro senderillo de subida con un total de trece kilómetros y medio de ida y vuelta. Digo que es duro porque la previsión de los paneles informativos es de seis horas. Como que no.

Así que me he tomado el bocadillo con una cerveza, y he vuelto por el camino y la carretera hacia la ruta panorámica Harts Drow Road. Esta carretera transcurre por unos montes de cierta altura, flanqueada por un espeso bosque de coníferas y álamos de montaña (Populus tremuloides) pelados de hojas. He visto muchos grupos de hembras y crías de wapitíes (Cervus canadensis), ningún macho, y cinco o seis atropellados. No he hecho foto alguna ya que a pesar de ser un lugar alto, las vistas de esqueletos de árboles y abetos, no me sugerían ninguna motivación.

He pasado por Newspaper Rock, que es una pared de arenisca protegida por una cornisa, llena de petroglifos grabados durante dos mil años, hasta el siglo catorce de nuestra era. No existe ninguna manera de traducirlo ni de interpretar su contenido objetivamente. Los indios navajos la denominaban Tse’Hane, que significa piedra que cuenta una historia. Hoy en día está declarado como Sitio Histórico por el Gobierno Federal.

Al llegar a las inmediaciones de Monticello he cogido la carretera en dirección Moab. Me he parado en el famoso paraje conocido como Hole N’’ The Rock. A Comienzo de los años cuarenta del pasado siglo, llegaron a este roquedal Albert y Gladys Christensen. Se quedaron a vivir al lado de la carretera 191 que lleva a Moab. Aquí empezaron a construir una vivienda tallando la roca de arenisca y al final hicieron una mansión troglodita de catorce habitaciones, cuarto de baño con bañera esculpida y una cocina con chimenea de veinte metros de altura excavada en la roca. En la fachada de la entrada hay un busto del presidente Franklin D. Roosevelt, esculpido en la roca. Albert murió en 1957 y Gladys en 1974, dejando además de las catorce habitaciones de alquiler para dormir, un pequeño zoo de mascotas y un café con tienda de recuerdos. En el año 2000 una familia llamada Hansen compró la propiedad al último hijo vivo de los Christensen, y desde entonces lo que era una curiosidad para los viajeros, se convirtió en un punto de explotación turística de la zona.

La rueda trasera derecha del coche me vuelve a perder presión y cuando he llegado a la ciudad, el taller de neumáticos estaba cerrado. Mañana no abren hasta las ocho  así que dormiré un poco más, a pesar de que tengo que bajar todo el equipaje ya que voy de camino a Arizona. He llegado al hotel, he preparado lo que he podido mientras me tomaba una cerveza, y me he ido al restaurante mexicano a cenar. No sé por qué, pero estaba lleno, y he tenido que esperar unos quince o veinte minutos para sentarme a cenar. Hoy he pedido unas carnitas de res, bien guarnecidas, y como era un poco tarde y ya tenía mucha hambre, me he comido un buen montón de nachos con salsa de aperitivo, acompañando todo con un par de cervezas.

Para mí, Moab es como un paseo marítimo en medio del desierto. Restaurantes, hoteles, y tiendas de recuerdos se alinean en la calle carretera, como en cualquier zona turística. Tras los tiempos del petróleo (1920-1960), del uranio (1950-1970, con la segunda mayor planta de procesamiento de uranio del país) y el actual de la potasa, parece que con el turismo, la ciudad se está llenando de nuevo y su población estancada durante años, supera los cinco mil habitantes.

No he ido ir al almacén de bebidas, casi se me ha terminado mi botella de ron y solo me queda una cerveza. Mañana compraré en Kayenta, que ya es Arizona. No sé si todos los dueños de los locales de Moab, y de Utah en general, son mormones, lo que si son es bastantes secos, antipáticos y diría que hasta maleducados. Sin ofender a nadie, pienso que no me he sentido muy a gusto, ni bien recibido, personalmente hablando, en este bonito y espectacular estado. 

Voy a parar de escribir tonterías y me voy a dormir. A ver si descanso un poco más, puesto que me voy a levantar una hora más tarde.


20 de Octubre, viernes.

 

Esta mañana me he levantado un poco más tarde de lo habitual, a las seis y media, ya que tenía que llevar a mirar la rueda del coche. Tras desayunar lo habitual, ya que no es fácil cambiar el menú del desayuno, me ha tocado bajar todas mis pertenencias que tenía en la habitación, al coche. Al llegar al taller de neumáticos, era un poco pronto todavía y he tenido que esperar a que abriesen. He hablado con el dueño nada más abrir y me ha dicho que me atendería el primero, ya que era una persona de paso. La verdad es que se lo he agradecido.

El mecánico que ha desmontado la rueda era mexicano. Me ha contado que llevaba trece años viviendo, trabajando, y pagando impuestos en Utah. Sin embargo seguía siendo un ilegal y en cualquier momento le podían devolver a su país, según las nuevas leyes del presidente D. Trump. Me ha contado que su jefe era buena persona y que incluso estaba pagando a un abogado para que le consiguiese los papeles y el permiso de trabajo. Se le veía muy trabajador y contento porque su suerte podría cambiar para siempre.

En efecto, la rueda estaba pinchada, y la causa era un tornillo muy grande que estaba clavado en el centro de la rodadura, haciendo de tapón del aire. Por eso la lentitud en la perdida de presión. He solucionado el tema en una hora, por dieciséis dólares de reparación y los cuatro restantes del billete para el mecánico. He dado las gracias al dueño por su amabilidad, y deseado buena suerte al mexicano, que por cierto era seguidor del Atlético de Madrid.

Me quedaba por hacer un trayecto de unos ciento noventa kilómetros y me ha llevado dos horas el hacerlos, al máximo de la velocidad permitida, y casi sin tráfico, no como ayer en la misma carretera. Por fin, como a las once de la mañana, he traspasado la entrada de Natural Bridges National Monument. Este Parque es pequeño, y muy poco visitado, ya que solo tiene tres puentes. Me he registrado en el Centro de Visitantes, he cogido un mapa, y me he dirigido por la carretera escénica circular, hacia el primer puente llamado Sipapu Bridge. Sipapu, según la tradición Hopi, es la puerta que tuvieron que traspasar las almas de los antecesores para llegar al mundo de los mortales.

La vista desde arriba te permite ver una porción del puente, y digo puente porque por debajo de él está el lecho de una corriente de agua. Iba bajando por tramos de escaleras de mano hechas de madera, para salvar los escalones gigantes por los que había que bajar. Las escaleras son rústicas y antiguas, pero parecen seguras. Al llegar a la parte donde comienza propiamente el cañón, hay unas barandillas para poder asirse y ayudarte en la bajada. Las barandillas están realizadas con tramos de cañería de fontanería, con sus codos y sus tés roscados, y embutidos en el suelo de arenisca recibidos con cemento. Parecen endebles, pero son suficiente para su cometido. La bajada es de kilómetro y medio de longitud, y con un desnivel de unos doscientos metros. En el fondo del cañón la vegetación aumentaba muchísimo y parecía que había llovido hacía poco.

Al llegar abajo, es cuando se aprecia todo el esplendor de este lugar. El arco tiene chorretones oscuros producidos por óxidos, que dan la sensación que la roca está pintada como la piel de una cebra o un tigre. Este arco estuvo considerado como el segundo más largo de los Estados Unidos, y es de una esbeltez impresionante visto desde abajo. Me he dado una vuelta haciendo fotos entre la abundante vegetación de colores verdes y amarillos, que contrastaban con el marrón rayado de la arenisca, y he andado por el lecho-fondo del cañón hasta que he visto una señal que lo prohibía explícitamente.

Hay un sendero circular que te permite pasar por debajo de los tres arcos, en un recorrido de unos veinte kilómetros, pero evitando el peligro que pueden suponer las rápidas avenidas de agua provocadas por las tormentas. He disfrutado mucho hasta que han aparecido tres o cuatro familias con niños vociferando como posesos. Sin palabras. He vuelto hasta el coche subiendo por la pared, y he continuado hasta el siguiente puente. El trayecto no ha durado más de cinco minutos y he aparcado en Kachina Bridge.

Kachina son para los Hopi, los muñecos bailarines de los espíritus. La bajada de un kilómetro y algo ha sido más corta, pero con muchos obstáculos naturales salvados con barandillas y escalas. Al llegar abajo han aparecido grandes charcas, pero he podido pasar entre ellas y apreciar la rotundez del puente desde varios lugares. Este puente es muy robusto pero dotado de una belleza, quizás por el entorno, rodeado de charcas en las que entre las hojas amarillas caídas, se reflejaba el azul celeste. Me ha gustado también mucho, he intentado captar el paisaje con la cámara, pero tenía que volver al coche para comer y seguir con la visita.

Tras tomarme mi bocadillo y mi cerveza, me he dirigido hacia el aparcamiento de Owachomo Bridge. El nombre significa montículo de piedra en Hopi. El trayecto a pie hasta el arco ha sido el más corto y suave de los tres. Es pequeño y esbelto, enclavado en una ladera del cañón y no en el fondo, como los otros puentes. He estado un buen rato haciendo fotos y disfrutando.

Me ha encantado este pequeño Parque. Solo tiene tres monumentos que ver, pero los tres son muy especiales, y se pueden disfrutar con poco esfuerzo. Estoy contento y espero que las fotos queden bien. Esta zona fue descubierta en 1883 por un buscador de oro llamado Cass Hite. Puso a los puentes los nombres de President, Senator y Congressman. En 1904 la National Geographic Society vino a hacer un reportaje y en 1906 se convirtió en el primer Monumento Nacional de Utah a instancia del presidente Theodore Roosevelt. Los nombres de los puentes fueron cambiados por los de August, Caroline y Edwin. En 1909 la Federal Land Office puso los nombres actuales. Hay constancia fotográfica de alguna formación geológica más en la zona, pero colapsaron a principios del siglo veinte. La más famosa era el Cáliz de VenusMe hubiese gustado haber pasado más tiempo en este Parque, pero me era imposible.

Con pena y ligereza he tenido que volver a la carretera para llegar al Gooseneck State Park. Cuando me acercaba, por la pista de tierra, a la gran bajada hacia el llano, se ha levantado una tormenta de aire y de tierra caliente y oscura, que hacía daño en la piel. La temperatura exterior del coche ha subido hasta los treinta y nueve grados, y ha sido una sensación de peligro muy fuerte. Al llegar al Parque, he pagado el acceso y me he acercado hasta el aparcamiento. Me he apeado del coche y al acercarme hasta el mirador he visto unos meandros preciosos de color verde que forma el río San Juan. Me ha sido imposible quedarme un rato disfrutando de la vista ni haciendo fotos siquiera, ya que la tormenta de arena no amainaba, era complicado mantenerse en pie con la cámara a punto y la arena hacía daño en la cara como si me pasasen una lija. Una pena ya que el lugar es muy bonito con esas curvas de color verde a tan solo unos trescientos metros. He vuelto al coche y me he dirigido hacia Kayenta.

 La primera impresión de Kayenta es que es un pueblo prefabricado. Una aglomeración de casas iguales con las parcelas llenas de objetos viejos. Lavadoras, frigoríficos, aparatos de aire acondicionado y hasta camionetas se amontonan entre un paisaje caótico de postes de luz y teléfonos. Eso sí, todos rodeado de grandes avenidas, de varios carriles, bien urbanizadas. Incluso un centro comercial. El hotel Wetherill Inn no es moderno, pero está remodelado, normal en cuanto a detalles y habitaciones medianas. La recepción es muy grande y con una gran tienda de regalos, pero como casi siempre, las dos salas de desayuno son ínfimas. Cuando me he instalado, he ido al supermercado del centro comercial a comprar agua y comida que me hace falta, y resulta que no venden nada de alcohol. Ni cerveza, ni vino ni licores. He preguntado al vigilante de seguridad si había alguna tienda de licores en el pueblo, y me ha respondido lleno de orgullo que es un pueblo y un condado sin alcohol. Ni siquiera en el restaurante, ni en la pizzería, ni en los burgers. Estoy harto de las absurdeces. El que no quiera o no pueda, que no beba, pero tanta prohibición me parece absurdo. Así que me he comprado en el chino take away unos rollitos, pollo al limón y unos tallarines con verdura, y me lo he comido en el hotel con media botella de vino argentino que me quedada. Hoy, a pesar de haber dormido un poco más, estoy también muy cansado. Buenas noches.


21 de Octubre, sábado.

 

Me he levantado con una sensación un poco rara. Kayenta es una ciudad hecha de casas prefabricadas en medio de la nada. Rodeada de una circunvalación de varios carriles, bien señalizada y con semáforos, que no pega con las calles de la ciudad que están sin asfaltar. El destartalado centro comercial en el que todas las personas eran de la etnia Navajo, menos el chino del take away. Hoy me he enterado hablando en la recepción, antes de desayunar, que Kayenta se creó en los años setenta del pasado siglo. La Nación Navajo (que es la dueña de Monumental Valle) se lleva el ocho por ciento de cualquier transacción comercial que se realice en el Condado Navajo, desde que en 1948 se les concedió el derecho al voto y también el control del petróleo y del juego. Todos los meses, los nativos Navajo reciben un cheque de la Nación Navajo (que hacen efectivo en una oficina que hay el lado del supermercado) y no necesitan trabajar. Pero además, si quieren ganar más, y están cualificados, pueden trabajar en muchos de los negocios de minería, turismo y ocio que controla la propia Nación Navajo. Este sistema lo he visto en otras partes de Arizona con otras etnias como los minoritarios Mojave o los Pápagos. Los Navajo son la etnia principal con unos ciento cincuenta mil individuos en Arizona, seguidos de los Apache con veinte mil. Curiosamente, los Navajo y los Apache no son autóctonos del suroeste norteamericano, sino que emigraron desde Alaska y Canadá (etnias Atabascano) durante los siglos catorce al dieciséis, y fueron los primeros conquistadores que llegaron aquí. De otros muchos pueblos solo quedan pocos centenares de individuos diseminados.

Con estos pensamientos he bajado a desayunar y el sistema y el producto era el mismo que en los demás hoteles por los que he pasado este viaje. Los saloncitos estaban llenos ya que había un autobús afuera esperando que un gran número de alemanes se subieran a él al terminar de desayunar. Cuando he terminado me he dirigido a Oljato-Monumental Valley que es el nombre completo del mismo. A la salida de Kayenta, he pasado por una espectacular roca de gran porte llamada "El Capitán" que es un símbolo de la ciudad. Esta montaña fue llamada así por los descubridores españoles. Tiene un significado religioso para los Navajo, que la llaman "Aghaala" (mucha lana), por la cantidad de antílopes  que vivían antes en la roca. Su nombre oficial actualmente es Agathla Peak. Aunque se da un aire, no se confunde con "El Capitán" del Yosemite National Park, emblemática montaña  fotografiada por Ansel Adams, y ahora uno de los iconos de Apple Computers.

La carretera de acceso al Valle es como un gran almacén de recuerdos turísticos. Edificios que contienen cualquier producto susceptible de ser comprado, alquilado o visitado por un turista. He pagado los veinte dólares del tique que me permite la entrada durante dos días y he accedido. 

Me he parado en el Centro de Visitantes para pedir algunas informaciones, y desde un mirador he visto aposentadas en la llanura las “butte” o colinas aisladas y achatadas de las películas de John Ford. Me he dirigido al coche y he bajado por  la Scenic Drive. Según bajaba iba descubriendo de izquierda a derecha West Mitte Butte, Merrick Butte y East Mitte Butte que son sin duda alguna, los tres iconos de Monumental Valley. Al fondo Sentinel Mesa, Big Indian, Saddleback, King of his Trone, Bear and Rabbit y Castle Rock. Todo el imaginario del escenario por el que corrían los indios sobre sus veloces "mustangs" de una manera interminable en pos de una diligencia que nunca alcanzaban por poco. Es una pasada estar viendo, a tiro de piedra, lo que desde niño ha sido una visión casi onírica. Ha sido una regresión total a la infancia, cuando veía las películas de "indios y americanos" en sesión continua en los cines de mi barrio con mis amigos de la calle, durante los calores de las tardes de verano. Me han dado ganas de correr, mano en boca y aullando, exhalando el grito que hacíamos cuando salíamos luego de los locales y recreábamos las escenas vistas durante la tarde.

La antigua carretera está totalmente destrozada y se hace casi imprescindible el uso de todo terreno, aunque también se ve algún que otro turismo entre las nubes de polvo que dejamos a nuestro paso. No está permitido el acceso de motocicletas, ni auto caravanas ni ATV. Se ven también grandes camionetas todo terreno, conducidas por nativos, carrozadas con plataformas con asientos y un toldillo, en las que doce turistas recorren los caminos de la parte pública durante hora y media, al módico precio de ochenta y cinco dólares por cabeza. Multiplicando de cabeza se ve que el Parque es buen negocio para todos los nativos. Existen varias zonas como miradores, en cuyos aparcamientos hay mercadillos de artesanía Navajo. De risa. Quitando cuatro pendientes y colgantes de genuina artesanía en plata y turquesa, de los que he comprado unos a Elisa, el resto está fabricado en China, de una manera totalmente industrial, y en cada zona de compras se ven los mismos diseños. La alfarería es más artesana y he visto alguna pieza que me ha parecido bonita. Son negocios familiares. Los conductores de las camionetas turísticas recomiendan a sus viajeros que compren en los puestos que tienen sus mujeres y todo queda en casa.

He parado en John Ford’s Point Overlook, que es un pequeño promontorio desde donde el director controlaba los movimientos de los cientos de extras durante los rodajes. Ese lugar parecía el centro del comercio Navajo. Había varios comercios construidos rústicamente donde podías comprar regalos, aperitivos y bebidas; un cercado maloliente con caballos de paseo; por lo menos una veintena de puestos de collares y lo que más me ha gustado, por cinco dólares te subías a un caballo y el dueño te hacía una foto con tu móvil en un extremo de la plataforma de piedra con el más típico paisaje de fondo. Me he tomado un café caliente y bueno, mientras admiraba el paisaje con Three Sisters detrás y teniendo en primer plano a Elephant Butte, Camel Butte y Cly Butte. Más a mi derecha se encontraban The Hub, Spearhead Mesa, Rain Gold Mesa y Thunderbird Mesa. Girando aún más a la derecha se divisaban Mitchell Butte, Mitchell Mesa y Gray Whiskers. He dado dos veces la vuelta a la carretera escénica, una en cada sentido y he parado donde he querido y podido, para hacer fotos de lo que veía y me gustaba. Me he detenido más tiempo en North Windows Overlook y Artist’s Point Overlook, desde donde se ven estupendas panorámicas. Pero no he podido tener una buena vista de Totem Pole y Yei Bi Chei, porque quedaban demasiado lejos para lo pequeñas que son estas formaciones. Me gustaría verlas de cerca, y me han dicho que solo se puede acceder a caballo, con algún grupo.

Ha sido una mañana impresionante, pero quería ver más. He dado buena cuenta de mi bocadillo y de mi última cerveza sin que me viesen, ya que el consumo de alcohol está prohibido. He decidido salir del Valle y volver hacia el norte, por donde vine ayer. Me he acercado hasta Forrest Gump Point (lugar donde Tom Hanks para de correr en la película) y he visto unas formaciones que están fuera del recinto, Setting Hen y Eagle Mesa. Y otros puntos de vista de algunas de las clásicas de esta mañana.

De vuelta al Valle he hecho otra vez el recorrido, observando como los volúmenes y los colores de las formaciones varían con el paso del día, y haciendo a veces las mismas fotos que esta mañana pero distintas. Ya veremos los resultados. Cuando el sol caía, me he dirigido de vuelta hacia  Kayenta intentando digerir todo lo visto y hecho durante el día y pensando en lo que podía hacer al día siguiente, o mejor dicho, cómo lo iba a organizar. Tengo ganas de acceder a los sitios que no son accesibles para los coches privados y ver lo que no es fácil de ver.

Una vez en Kayenta he estado buscando algún sitio para cenar, pero no me apetecía pizza o hamburguesa de franquicias, y el restaurante no me apetecía y menos sin cerveza, así que, como no he encontrado nada en la zona de preparados del supermercado que me gustase, he comprado unas coca cola, y he vuelto al chino de ayer a comprar comida.

He cenado con muchas ganas un par de rollitos y un buen plato de tallarines y ternera con verdura. Menos mal que me quedaba un resto de ron y he podido hacerme un cubanito descafeinado después de cenar. Se me acabó lo bueno. Ya compraré cervezas y ron en otro sitio.


FIN DE LA TERCERA PARTE